La conciencia de la provisionalidad es una competencia indispensable en cualquier profesional. A veces se nos va la vida en una espera equívoca, la que implica no movernos hasta que las circunstancias sean propicias: hasta que tengamos más recursos financieros, hasta que tengamos más tecnología, o hasta que las personas que nos rodean sean todas merecedoras de un premio nobel. Es verdad que tener esperanza es una ayuda para ser conscientes de lo que tenemos y lo que nos falta para llegar a donde queremos, que nos proyecta hacia el futuro y que incrementa nuestro rendimiento. Pero también lo es que los grandes logros venideros están apoyados en lo que cada día vamos cosechando.
El presente es el tiempo más complejo de todos, porque es a la vez causa y consecuencia: por un lado es el resultado de lo que en tiempos pasados hemos ido cosechando, y a la vez es causa de lo que en el futuro tendremos. Por tanto si hoy no nos gusta alguna circunstancia de las que nos rodean, es hoy mismo cuando tenemos que empezar a ponerle remedio. Hay una importante verdad que de tan evidente olvidamos, y es que los mismos ingredientes producen siempre el mismo plato. Así que si queremos un sabor diferente no nos queda otra opción que cambiar los ingredientes. Ya dijo Kennedy que si solo miramos al pasado o al presente seguramente nos perderemos el futuro. De igual forma, si no anclamos el futuro a nuestro presente corremos el riesgo de que un día nuestro pasado nos resulte decepcionante.
Afortunadamente nunca es tarde para introducir un cambio decisivo.