Dice el diccionario que la esperanza es el estado de ánimo en el cual se nos presenta como posible aquello que deseamos. Cuando pensamos que algo bueno puede ocurrir, o que nuestra situación puede mejorar, nuestro estado de ánimo cambia y vemos todo de otra manera. A veces solo la ilusión de algo altamente improbable, como puede ser imaginar que nos toca la lotería, nos hace sonreír y nuestros ojos brillan de emoción. Por eso tener esperanza es positivo, no cabe ninguna duda.
Pero la esperanza no es meramente un conjuro ñoño alimentado en la oscuridad de la noche. La esperanza significa pensar en lo que somos y en lo que queremos ser, en dónde estamos y en dónde queremos estar, y sobre la base de nuestra realidad construir nuestro proyecto, individual o colectivo, personal o empresarial.
Por tanto, tener esperanza significa apoyarse en lo que tenemos y somos para llegar a lo que deseamos, y comienza por fijar un punto en el horizonte, pero luego ha de concentrarse en el punto de partida y convertirse en una pregunta acerca de qué estamos dispuestos a hacer para llegar al destino que nos hemos fijado.
Esperar que algo ocurra es, en primer lugar, esperarlo de nosotros mismos.