Durante décadas hemos asistido a una creciente consolidación de la idea de conocimiento organizacional y hemos dedicado tiempo y esfuerzo a su estudio. Sin embargo, y sin quitar un ápice de valor a este importante activo, lo cierto es que en ocasiones se ha dado la impresión de que es la empresa la que sabe y las personas las que aplican ese conocimiento. Quizá de ahí derive el siempre malsonante término recursos humanos.
El concepto de intraemprendimiento muestra con toda claridad el reconocimiento que hacen las organizaciones al talento personal. Es sabido que en algunas empresas, aún demasiado pocas, los profesionales pueden dedicar un tiempo a un proyecto personal que tenga que ver con los objetivos de la empresa. Fuera del hecho de que permite que las personas se realicen y por tanto contribuye a la motivación, es una forma de decir que ni la empresa lo sabe todo ni lo tiene todo previsto. Y por si acaso quiere escuchar lo que tienen que decir las personas que la forman.
El talento, compartido o no, siempre está en las personas. Y cuando las plantillas se adelgazan y el mercado se complica, y menos personas tienen que acometer más tareas y más diversas, es cierto que un sólido sistema de gestión de conocimiento puede ayudar. Pero no lo es menos que en esas circunstancias solo el talento personal y la genuina capacidad de adaptación del ser humano son auténticamente resolutivos.
Las empresas aprenden, pero son las personas las que enseñan.