Se sospecha que la amplia mayoría de la actividad neuronal se invierte en elaboraciones internas. Considerando la actividad global del cerebro puede que sea poco, comparativamente hablando, el esfuerzo que dedicamos a registrar lo que ocurre fuera. Es más, cuando vemos una acción, la imaginamos o la ejecutamos, los circuitos cerebrales implicados parecen ser los mismos, y es posible que esto sea cierto también para las emociones. Por eso podemos sentir miedo frente a una pantalla o emoción al leer un libro. Hacer, ver, imaginar, sentir, todo está conectado de una forma íntima para el cerebro, que parece no distinguir demasiado entre realidad e imaginación. Tanto es así que hay quien ha conseguido entrenarse únicamente pensando en el entrenamiento. También sabemos que sólo el hecho de imaginarnos comiendo un alimento ya produce una cierta saciación, por sorprendente que pueda parecer. Quizá por eso al final muchos de nuestros sueños tienen una alta probabilidad de convertirse en realidad si nos concentramos en ellos durante el tiempo suficiente. Y por eso, entre otras cosas, no importa demasiado lo que ocurre fuera, porque lo que de verdad importa es cómo vemos nosotros las cosas, cómo imaginamos el mundo y cómo enfocamos la realidad. Y de ahí que sea imposible que una botella contenga exactamente la mitad de su capacidad. Siempre habrá quien, a pesar de que la medida sea precisa, la verá medio llena, y quien la verá medio vacía. Y quien la ve medio llena será feliz porque aún le queda mucho contenido, mientras que quien la ve medio vacía estará amargado porque le queda poco. Ver, actuar, imaginar, sentir, forman parte de un mismo todo, de la película en la que cada uno vive.
Algunos viven en películas épicas, otros en tragicomedias, no pocos viven en series de televisión y algunos otros viven en modestos cortometrajes. Pero a menudo no somos conscientes de que esa película es la de nuestra vida, y de que la medida en que está hecha depende casi exclusivamente de nosotros. De que decidamos ser una cosa u otra: actor principal, secundario… o parte del atrezzo.
Y usted, ¿en qué película vive?