Todos

El mejor amigo del hombre ya no es su perro, sino su conexión a Internet



    Apetito digital. Eso parecen tener los españoles que disponen de conexión a Internet. Y ese hambre voraz se refleja en las encuestas, que señalan que el 67 por ciento de los españoles dice con total convencimiento que no puede vivir sin Internet. ¿Mucho? ¿Poco? Tome nota: el porcentaje de españoles que afirma que sería incapaz de prescindir de su coche es de sólo el 51 por ciento.

    Así que toca reciclar la frase que categóricamente afirma que el mejor amigo del hombre es su perro. Porque esa amistad incondicional -amor, por qué no- la tiene ahora la conexión a la Red, ya sea en forma de ordenador de sobremesa o de portátil. Pero los españoles necesitan estar permanentemente conectados, según el estudio que ayer presentó la compañía AMD sobre los hábitos tecnológicos de los europeos. Un sondeo realizado a personas de España, Francia, Alemania, Rusia y Reino Unido.

    ¿Para qué utilizamos esta conexión? No deja de ser curioso porque, como señaló Ramón Abad, director de Desarrollo de Negocio de AMD Iberia, a pesar de mostrar una actitud tan individual como la de sentarse frente al ordenador, necesitamos "conexión social a todas horas".

    Diferencias por sexos

    Hombres y mujeres tienen diferentes aficiones. Mientras que el 89 por ciento de ellos señala que visualizar vídeos en Internet es una de las actividades a las que han dedicado más tiempo recientemente, ellas -en un 83 por ciento- cuentan que el tiempo se les va en los juegos individuales.

    El estudio también se ha segmentado por comunidades autónomas. Y las conclusiones son poco menos que curiosas. A más de la mitad de los gallegos y asturianos les gustaría que su ordenador le ayudase a convertir la voz en mensajes de correo electrónico. El 28 por ciento de las familias catalanas posee entre dos y cinco ordenadores portátiles; y un 84 por ciento de los andaluces está enganchado a los juegos individuales.

    Las cifras abruman. Y las españolas más. Justo por detrás de los vídeos (87 por ciento), el 86 por ciento ha dedicado mucho tiempo a la mensajería instantánea; el 81 por ciento se ha decantado por los juegos y el 80 por ciento han preferido cargar fotos digitales.

    La tendencia parece imparable, sobre todo si tenemos en cuenta que los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística indican que el número de internautas en España ha crecido durante este año un 11 por ciento, hasta los 17 millones.

    Así, no extrañan frases tan rotundas como la que afirman el 61 por ciento de los encuestados: "No puedo vivir sin mi ordenador". Tampoco se hacen raras las declaraciones de Ramón Abad cuando dice que "los ordenadores portátiles o de sobremesa se han convertido en el centro de ocio del consumidor".

    ¿Hay que preocuparse por esta absoluta dependencia del ratón? Guillermo Fouce es psicólogo social y cree que aún no está claro cómo definir la adicción a Internet. Apunta que dicha dependencia está puesta en cuestión tanto por psiquiatras como por psicólogos.

    'Hikikomori'

    Aunque eso no le impide mencionar los últimos casos conocidos a este respecto. "El año pasado conocimos la primera muerte ocurrida tras pasar más de 48 horas frente al ordenador en Japón. Aquella persona murió por falta de agua y alimento. También se han dado casos de epilepsia por varios juegos y existe un fenómeno que nació en Japón, pero que también se da en España: Hikikomori, es decir, gente que no sale de su habitación jamás". Personas, afirma, que han construido una forma de vida ideal a través de la Red.

    Pero este psicólogo no quiere ser alarmista. Por eso señala la delgada línea que separa el uso y el abuso de las nuevas tecnologías. "Hay que distinguir entre patología y que la gente busque conectividad. No son un mal instrumento", añade.

    ¿Cómo saber si alguien de nuestro entorno, o nosotros mismos, estamos entrando en terreno peligroso? Como cualquier otra adicción, Fouce señala que se mide por tres factores: la intensidad de la conducta, el tiempo que se mantiene y cómo afecta a la vida del consumidor. "O en cuanto el implicado o alguien cercano se preocupe", dice.