Pymes y Emprendedores

Marion Jones, de la gloria a la ruina: la historia de una bajada al infierno

    Marion Jones, de reina del atletismo a la bancarrota <i>Foto: Bloomberg</i>.


    El mundo del deporte está plagado de atletas que destacaron en sus disciplinas deportivas y, así, engordaron durante su carrera la cuenta bancaria hasta el punto de poder vivir toda la vida del dinero ganado en poco más de una década. Sin embargo, también existen casos opuestos, deportistas que lo tuvieron todo, no supieron retenerlo y ahora viven prácticamente en la miseria.

    El velocista canadiense Ben Johnson o el boxeador Mike Tyson son algunos ejemplos, aunque el que más destaca en los últimos años es el de la atleta Marion Jones. La que fue la mujer más rápida del mundo ahora sobrevive ahogada en un mar de deudas.

    Sólo siete años después de pasar a la historia del deporte con sus cinco medallas en los Juegos Olímpicos de Sydney, la antigua reina mundial de la velocidad tuvo que admitir ante un juez que durante los mejores años de su carrera consumía sustancias dopantes, que mintió al negarlo hace unos años en otro tribunal, que había participado en una trama de cheques falsos y que se encontraba prácticamente arruinada, con unos 2.000 dólares en su cuenta corriente.

    Un dinero que es una insignificancia si se tiene en cuenta el caché de una corredora que llegó a ganar 80.000 dólares sólo por participar en una carrera, y que ingresaba al año alrededor de un millón de dólares gracias a sus numerosos patrocinadores.

    Ascenso y caída

    Las sospechas han estado al lado de Marion Jones desde que su primer marido, el lanzador de peso C. J. Hunter, diera cuatro veces positivo por anabolizantes en el año 2000, el mejor en la carrera de la corredora, tras su gesta olímpica en Australia. Después, Jones mantuvo una relación con el también velocista Tim Montgomery, fruto de la que nació la única hija de la atleta (ahora está embarazada de otro atleta, Obadele Thompson). Pero él también fue cazado en 2002 tras un control anti doping, poco después de batir el récord del mundo de los 100 metros lisos, y además se le condenó por un fraude de blanqueo de dinero.

    El cerco sobre la reina de la velocidad se cerraba, puesto que sus entrenadores también eran acusados de proporcionar sustancias dopantes a los atletas. Ella siempre negó que consumiera sustancias prohibidas, pero los certámenes más importantes dejaron paulatinamente de contar con ella. En 2003 se retiró parcialmente para dar a luz a su hija, y cuando volvió para los Juegos de Atenas su actuación fue más que mediocre. En 2005 siguió casi inactiva porque casi ninguna reunión atlética se atrevía a pagar su alto caché sin garantías de limpieza deportiva. En 2006 volvió por la puerta grande, pero dio positivo por EPO, y aunque el contraanálisis lo negó, quedó estigmatizada para siempre. No había ganado una sola prueba desde 2002 y casi todo el mundo del atletismo creía que se había dopado. Por entonces, incluso la firma Nike, de la que fue icono durante un lustro, rompió su contrato de patrocinio con la atleta.

    Lavado de imagen

    Jones comenzó una cara operación de lavado de imagen, llevando a juicio a los entrenadores y medios de comunicación que aseguraron que se dopaba. Primero denunció a su ex entrenador, Dan Pfaff, pero perdió el juicio y tuvo que pagar 240.000 dólares en concepto de honorarios atrasados y costas legales. Más caro aún le salió su defensa en el caso del laboratorio Balco, el que supuestamente la surtió de sustancias dopantes durante sus mejores años.

    La sangría de dinero que se había gastado y el hecho de que sus ingresos deportivos y extradeportivos se hubieran esfumado, le pasó factura a la salud económica de la ex campeona. Un banco se quedó con su mansión, situada en la lujoso área de Chapel Hill, en Carolina del Norte, y valorada en 2,5 millones de dólares. Las deudas provocaron que vendiera sus otras dos casas situadas en ese estado, incluida una en la que vivía su propia madre.

    En el juicio donde admitió que se dopaba fue preguntada por cómo pudo dilapidar la fortuna que había acumulado. "Quién sabe... Me gustaría saberlo. Cuentas, honorarios de abogados, un montón de cosas diferentes para mantener el estilo de vida", respondió ella, a quien el COI ha obligado a devolver sus cinco medallas olímpicas y el premio económico que acarrean (unos 150.000 dólares).

    Será complicado que pueda afrontar este pago, porque Jones, que se ha mostrado dispuesta a colaborar con la justicia para sufragar sus deudas y eludir la cárcel, está en bancarrota. Además, hay mucha gente dispuesta a hacer leña del arbol caído, y las denuncias se agolpan ante su puerta. Incluso la velocista alemana Bianca Kappler estudia demandarla por los prejuicios que le ocasionó la participación de la corredora estadounidense en la prueba de salto de longitud de los Juego de Atenas. appler fue novena, y no entró en la final por un puesto, dejando de percibir por ello unos 20.000 euros. Jones fue quinta en la prueba.

    Según el presidente de la Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo (IAAF), Lamine Diack, "será recordada como uno de los mayores fraudes de la historia del deporte". El jefe del atletismo mundial se congratuló cuando el Comité Olímpico decidió retirarle las cinco medallas (tres de oro y dos de bronce) que ganó en Australia. La que fuera considerada la mejor atleta de todos los tiempos ahora no sabe cómo parar los golpes que le vienen de todos los sitios.