Viaje del mes
Luxor, la ciudad de las 100 puertas
En la antigua Tebas, cien puertas abiertas daban ingreso a la ciudad y por ellas pasaban cada día decenas de hombres con caballos y carros. Hoy, Luxor las mantiene casi intactas, invitando al egipcio y al turista a visitar cada una de las riquezas de esta encantadora población.
En el siglo VIII a.C. Homero relató en La Ilíada lo maravillosa que era la ciudad de Tebas, la que por aquel entonces se constituía como la capital del Imperio Nuevo del Antiguo Egipto. A su llegada, bautizó a la misma con el nombre de "La ciudad de las cien puertas", por la sorprendente cantidad de entradas a los templos que se erigían a su paso.
Hoy, sobre la ruinosa ciudad de Tebas yace Luxor, una pequeña población edificada que sigue manteniendo las construcciones de una época remota, de una civilización que comenzó a formarse hace miles de años, y de la que poco se sabe por la rapidez de su formación. Esta población, de medio millón de habitantes y situada a 670 kilómetros de El Cairo, está dividida por el Nilo en dos partes: la Orilla Este y la Orilla Oeste. Más allá del río, a unos cientos de metros, toda la vegetación que embellece la ribera desaparece y se convierte en un caluroso desierto.
A lo largo de su historia, la población egipcia ha tenido varios nombres. Los antiguos habitantes de Egipto la llamaban Uaset, "la ciudad del Cetro Uas". Los coptos la nombraron Tapé, origen de su nombre griego Thebai, Tebas (ciudad fértil). Posteriormente los hebreos la conocieron como No-Amón, y los árabes como Al-Uqsur. Es de esta última palabra de la que deriva el nombre de Luxor, que significa fortificación, haciendo referencia a dos campamentos militares que se establecieron aquí en la época romana.
Luxor, un museo al aire libre
De inmenso patrimonio cultural y arquitectónico, Luxor está considerada una de las ciudades más monumentales del mundo. Y no es de extrañar, ya que acoge monumentos como los Templos de Karnak y de Luxor, el Valle de los Reyes y de las Reinas o los Colosos de Memnón, entre muchos otros. Por este motivo se ha convertido en un destino indispensable para todos los amantes de la belleza, la historia y la cultura.
La Orilla Oriental del río Nilo puede presumir de poseer monumentos con los que la historia ha sido compasiva, ya que muchos de ellos han permanecido casi intactos desde su construcción. Los templos más importantes del país, por no decir del mundo, están situados en esta ribera y nos permiten conocer la cultura que la dominaba.
El Templo de Karnak, antiguamente conectado por la Avenida de las Esfinges con el Templo de Luxor, está considerado uno de los santuarios más grandes del mundo (su tamaño es de un kilómetro y medio de largo por ochocientos metros de ancho). Imprescindible es visitar y fotografiar su sala hipóstila, formada por 134 enormes columnas repartidas en 5.000 metros cuadrados. Este templo, de más de 4.000 años de antigüedad, ofrece uno de los mayores espectáculos de Egipto. De lunes a viernes, a las 22:30 horas, todo visitante de Luxor puede acudir a una cita especial para recorrer el complejo monumental acompañado por una narración sonora y efectos luminosos.
Cada una de las construcciones de esta encantadora ciudad egipcia tiene su momento idóneo para ser vista con la luz del sol. El Templo de Luxor, construido en honor a los tres dioses protectores de Tebas (Amón, Chons y Mut), es la mayor atracción luminosa del país. Una sugerencia es visitarlo al atardecer, cuando los rayos solares penetran por cada uno de los recovecos del templo haciéndole arder entre llamas. En él destaca, sobre todo, la reunión en una misma edificación de distintas épocas históricas, donde destacan la faraónica, la grecorromana, la copta y la islámica.
Si seguimos caminando por la Orilla este, daremos con los dos museos más importantes de la ciudad: el Museo de la Momificación y el Museo de Luxor de Arte Antiguo Egipcio. En ambas exposiciones se muestra el arte más antiguo de Egipto: la momificación. Vídeos, descripciones y pinturas explican a los curiosos el proceso y el significado de dicha práctica. Además, se pueden admirar momias milenarias como la de Amun, perteneciente a la Dinastía XXI.
La orilla que simboliza la muerte
Navegando en faluca, el barco de vela más famoso de Egipto, llegaremos a la Orilla occidental del río Nilo. En la antigua "Tebas poniente", dos áridos territorios esperan todavía vivir importantes hallazgos. Son el Valle de los Reyes y el Valle de las Reinas, inmensos cementerios en los que yacen las tumbas de faraones y reinas que no alcanzaron el trono. Destacable en el primero es la tumba de Ramsés II, y en el último, la de Nefertari, quizás la más bella de todas por su precioso relieve con escenas de su vida alegre y rural.
No podemos volver a la Orilla este sin antes visitar el Templo de Hatshepsut, construido por mandato de la reina que le da nombre, y los Colosos de Memnón, dos gigantescas estatuas de piedra del faraón Amenhotep III.
Las cálidas arenas de Egipto no sólo esconden las valiosas y ricas huellas de los soberanos. La mayoría de los egiptólogos cree que los verdaderos tesoros hacia los que debe dirigirse la nueva arqueología son los restos que hablan de la vida cotidiana y de los súbditos de esos grandes monarcas.
Una buena manera de despedirse de Luxor será comprando en el Bazar de Al-Uqsur. Existen numerosos puestos y tiendas artesanas en los que podemos encontrar el producto estrella, que es sin duda alguna, el alabastro. Esta piedra es una variedad de caliza, translúcida y con algunos visos de color, que se emplea como piedra de ornamentación. Algunas piezas suelen ser muy caras, por lo que es mejor cerciorarse primero de lo que se adquiere.