Comunidad Valenciana
Ikea abre su primera tienda en Valencia y espera abrir "pronto" en Alicante
La multinacional sueca Ikea ha inaugurado este martes su tienda de Alfafar (Valencia), la primera en la Comunidad Valenciana, que "ha sido siempre un lugar estratégico para Ikea", en palabras de la directora de Ikea Ibérica, Belén Frau, quien ha ratificado la continuidad de su "apuesta por la marca España" y ha destacado que "pronto" pretenden contar con otro establecimiento en Alicante.
De hecho, en el acto de inauguración, el presidente de la Generalitat, Alberto Fabra, ha anunciado que el pleno del Consell del próximo viernes aprobará la Actuación Territorial Estratégica para que Ikea también esté presente en Alicante, lo que supone una inversión de más de 700 millones de euros y más de 4.000 empleos.
Entre las curiosidades de la jornada, que ha despertado gran expectación por convertirse en los primeros clientes, destaca la competición planteada a las autoridades consistente en montar una silla de plástico, en la que el alcalde de Alfafar, Juan Ramón Adsuara, se ha impuesto a Fabra, a la embajadora de Suecia en España, Cecilia Julin, a Frau y a la directora de la tienda, Carolina García.
Con una superficie cercana a los 38.000 metros cuadrados y una plantilla de 400 personas para un escenario de apertura de lunes a sábado, este establecimiento abre sus puertas en un contexto de incertidumbre respecto a la apertura en domingos y festivos dado que el consistorio pidió poder hacerlo, pero después retiró la solicitud tras consultar a sindicatos y comerciantes del municipio.
Premio para el primero
Iván Herrero, de 23 años y vecino de Alfafar, se fue el primer cliente de Ikea en la Comunitat Valenciana tras haber pernoctado en las inmediaciones del establecimiento desde las 10.00 horas del pasado viernes, atraído por el reclamo de un premio de 500 euros de compra gratis.
"Quiero comprarle buenos muebles a mi madre, unas cortinas, un comedor nuevo y una habitación para mi hermana", comentó a los periodistas el joven, que admitió que "al principio fue un poco duro porque no había nadie, pero el sábado por la tarde fue llegando gente y se hizo ya más ameno".
Según contó, "lo más difícil ha sido la última noche", intentar conciliar el sueño tras cuatro días en cola para hacerse con la tarjeta de compra por valor de 500 euros, que compaginó con su jornada de "dos o tres horas diarias" en un restaurante cercano.