Moldavia, un país desconocido con las mejores colecciones de vino del mundo
Jorge Barreno
Este viaje comienza como toda gran historia, en un tren. Partimos de la monumental estación de Bucarest Nord, la ciudad más importante de Rumanía, de estilo ex soviético. A las siete y media de la tarde, en punto, parte nuestro convoy hacia Chişinău, la capital de Moldavia.
Pero, ¿dónde está Moldavia? Este desconocido territorio se encuentra entre Rumanía y Ucrania. Se creó en 1991, tras la desintegración de la antigua URSS. Con un tamaño algo superior al de Galicia, es el séptimo exportador de vino del mundo, con unos 2,3 millones de hectolitros anuales.
A pesar de encontrarse al este de Europa, Moldavia es uno de los países menos visitados del planeta. Poco más de 10.000 turistas llegan cada año hasta esta potencia vitivinícola, los mismos que, por ejemplo, a Kiribati, una agrupación de 33 islas perdidas en el Océano Pacífico.
El tren que une Bucarest con Chisinau parte puntual.
El viaje en tren es muy agradable. Huele a limpio. Ha llegado el verano y por la ventana entra un aire tibio y natural. Es hora de irse a dormir, pero antes de tumbarse en la cama del compartimento litera, probamos una copa de vino moldavo en la sobria cafetería ex comunista.
Cuando logramos conciliar el sueño, un funcionario de aduanas llama a la puerta. Son las cuatro de la mañana. -Control-, dice. -¿Le bajo las maletas?-, contesto. -No hace falta, llevo un escáner en los ojos-, responde riéndose a carcajadas. Instantes después comienzan a escucharse ruidos metálicos. Al cruzar la frontera rumano-moldava el ancho de vía cambia, por lo que un gato hidráulico gigante levanta el convoy. Por fin, de madrugada, llegamos a la pequeña estación de ChiÅŸinău.
Moldavia, de pasado comunista, es uno de los países más pobres de Europa.
La ciudad de Stefan
La capital de Moldavia es una ciudad tranquila, con una estructura sencilla. La principal vía de la ciudad es la avenida Stefan cel Mare. Los moldavos aman a este príncipe del siglo XV, Esteban III El Grande, porque consiguió mantener la independencia de su pequeño reino frente a Hungría, Polonia y frente al imperio Turco, además de conseguir el florecimiento económico y cultural.
Estatua de Stefan cel Mare, todo un símbolo moldavo.
Stefan cel Mare aparece en absolutamente todos los billetes moldavos de leu. Un euro equivale aproximadamente a veintidós leus moldavos, por lo que, a pesar de nuestra maltrecha economía española, todo es bastante económico.
ChiÅŸinău se disfruta paseando. En esta ciudad verde, de unos 700.000 habitantes, los lugares más destacados para visitar son el Museo Nacional de Historia, el parlamento, el Arco de la Victoria, el Parque Central, el monumento a Stefan El Grande, el cementerio judío y los parques Drendariu y Aluneiul.
Conviene hacer un receso y probar parte de la calórica y sabrosa comida moldava. El queso y la nata caseros, la col, las patatas, la calabaza, los cereales y la carne son los ingredientes básicos de su cocina tradicional.
Unos 700.000 habitantes viven en la verde Chisinau.
Entre los platos más destacados se encuentran la mămăligă, bolas hechas con pasta de sémola y mantequilla, como una especie de puré de patata muy denso. Suelen venir acompañadas con diferentes salsas, verduras, queso, huevos y carne; los pasteles domneasca; los pelmeni -una especie de tortellini rellenos de carne?. Las sopas más apreciadas son la okroshka con quéfir, la borsh con carne y la soleanka con tomate.
Bien comidos no hay que perderse el complejo arqueológico de Orheiul Vechi, a menos de una hora al norte de ChiÅŸinău. Aquí se conservan restos de la civilización Tracia, ruinas de una fortaleza mongol del siglo XIV y monasterios rupestres al borde de un acantilado donde todavía conviven algunos monjes ortodoxos.
Las bodegas más grandes del mundo
No nos podemos ir de este pequeño país europeo sin visitar alguna de las bodegas más grandes del mundo. Milestii Mici, Cricova y Purcari son los máximos exponentes de lo que, para muchos, es "el próximo gran destino vinícola de Europa".
Moldavia es actualmente el seéptimo exportador de vino del mundo.
Situada a unos pocos kilómetros al sur de la capital moldava, Milestii Mici ofrece 250 kilómetros de barricas y dos millones de botellas de vino. En 2007 obtuvo el Premio Guinness y fue considerada la bodega más grande del mundo. Se caracteriza por sus vinos dulces.
La Empresa Estatal de Calidad de Vinos del Complejo Industrial Milestii Mici, fue fundada en 1969 para almacenar, conservar y madurar los vinos de alta calidad. Más del 70% de los vinos almacenados son tintos, el 20% son blancos y un 10% son dulces. Las paredes de esta ciudad vitivinícola están recubiertas con piedra caliza, idóneas para mantener una humedad constante de 85-95% y una temperatura 12 °C-14 °C durante todo el año.
Cientos de kiloÌmetros de galerías con millones de botellas de vino forma parte de una antigua mina subterránea.
Sin embargo, la que está más de moda es la bodega de Cricova, al norte de ChiÅŸinău. Sus galerías kilométricas, repletas de señales de tráfico y nombres de calles, se recorren en un trenecito eléctrico. Anna, una de las guías, cuenta que el astronauta Yuri Gagarin entró en la bodega Cricova en 1966 y no salió en un par de días. El presidente ruso Vladimir Putin celebró su 50 cumpleaños aquí, y la canciller alemana Angela Merkel pasó más tiempo en Cricova que en el resto de Moldavia. Decenas de mandatarios y de personajes famosos guardan sus colecciones de botellas de vino bajo estas paredes, parte de una antigua mina subterránea.
Otros viñedos interesantes son los de Purcari, fundados en 1827. El imprescindible Negru de Purcari, conocido como "el vino de la reina de Inglaterra", es el favorito de Isabel II y continúa valorándose como uno de los mejores de todo el país. Se produce con las variedades Cabernet Sauvignon, Saperavi y Rara Neagră.
El astronauta Yuri Gagarin entró en la bodega Cricova en 1966 y no salioÌ en un par de diÌas.
Los que prefieran degustar un brandy no encontrarán mejor lugar que la fábrica Kvint. La bodega es uno de los orgullos de Transnistria, un territorio autoproclamado independiente a la otra orilla del río Dniéster. El objetivo de este país no reconocido internacionalmente es conservar su pasado soviético. Merece la pena pasear, aunque sea por unas horas, por su capital, Tiráspol. Aunque eso sí, hasta aquí no podemos llegar en tren...