Turismo y Viajes

Maldivas, por un puñado de dólares



    No es el único paraíso, porque en el mundo hay varios, pero sí es uno de los que, dentro de muchos años, se lo comerá el mar.

    Es el país más bajo del planeta. Las tres cuartas partes del territorio de estas paradisíacas islas están a un metro sobre el nivel del mar, lo que indica que si nos fiamos de las apocalípticas observaciones referidas al cambio climático y el calentamiento global, las Maldivas tienen fecha de caducidad... y, probablemente, desaparecerán antes que cualquier otro paraíso amenazado.

    Pero yo no voy a dar la fecha ni ser tan agorero como para estropearles la luna de miel en el paraíso maldivo, porque tenemos islas para rato. Sin embargo, el Gobierno del país -sensato él-, a partir de 2008, dispuso que una parte (previendo el éxodo de maldivos) de los cuantiosos ingresos que genera el turismo pasara a un fondo nacional para comprar territorio en el continente (¿?) y proceder con la continuidad de su peculiar república... república "no democrática", y me explico: las autoridades aduaneras del país lo dejan bien claro y por escrito en un cartel informativo a la llegada al aeropuerto de Malé (capital del país) y antes de pasar la maleta por el escáner. Traduzco literalmente del inglés: "No está permitido introducir en La República de Maldivas: alcohol, drogas, ídolos de cualquier religión, ni perros". La Constitución del país prohíbe a sus ciudadanos profesar cualquier otra fe que no sea la del Islam, incluyendo también las normativas civiles, que se ven subordinadas a la ley coránica.

    Claro que no es por esto por lo que son conocidas las Maldivas, sino por la espectacular riqueza cromática de sus aguas, que van desde un azul celeste al turquesa y al cerúleo... pasando del verde veronés al esmeralda... hasta fundirse con el profundo índigo del cielo cuando llega la noche... y se encienden las estrellas. Aparte de la poética que sugiere la contemplación de las aguas del mar, las Islas Maldivas son también conocidas por sus complejos hoteleros de lujo a los que acuden miles -(700.000 en 2012)- turistas de todo el mundo, la mayoría de alto poder adquisitivo.

    Por lo visto da igual que en el futuro las islas pasen a bucear por el Índico ellas mismas, porque ahora mismo se están construyendo nuevos resorts de lujo para los nuevos turistas premium, de esos que llegan de países con economías desarrolladas o (como se dice ahora) emergentes, y que hoy en día parece ser que son los chinos y los rusos. De los miles (quizá millones) de millonarios chinos que gastan su dinero en hacer turismo por el mundo, una gran parte recala en las luminosas playas de Maldivas, pero... ¡craso error!, porque a los chinos parece ser que no les gusta el sol como a los anglosajones, y deambulan por la playa haciéndose fotos vestido/as de Mary Poppins ¡con sombrilla y todo! (ellas). Pero, claro está, por otra parte, que no se les ocurra abrir un negocio chino, como hacen sus compatriotas en cualquier parte del mundo, para vender imágenes de Buda doradas a la fina purpurina, junto a esculturas de nuestro asaeteado San Sebastián. Un bazar chino sin estanterías repletas de iconos religiosos mezclados en armónica compatibilidad, no sería un verdadero "chino".

    Los turistas rusos, por el contrario, tuestan sus tatuajes al sol (ellos) y pagan lo que sea necesario por una suite royal. Algunos hoteles ofrecen cena -con candelabros- bajo las estrellas en la terraza de su bungaló privado, con piscina privada, y tratamiento spa -para pareja- en su habitación, por la módica cantidad de 3.000 dólares. Anímese a imitar a los nuevos ricos.

    En Maldivas se puede hacer una escapada a una isla deshabitada en dhoni, la embarcación a vela clásica de la isla, y ver lo que no ha visto de su pareja en la noche de bodas. Aquí los censores islámicos harán la vista gorda, porque siempre hay dos caras para todo, y si "el todo" se traduce en dólares, pues como diría mi abuela: "miel sobre hojuelas". O más claro todavía: una cara para los extranjeros pecadores y otra cara para sus súbditos.

    Otro de sus atractivos es la belleza de sus arrecifes. La biodiversidad de sus fondos marinos hace que las inmersiones de buceo sean inolvidables. Todos los resorts cuentan con una escuela de buceo para que no se vaya nadie del lugar sin bucear entre tortugas marinas y mantarrayas gigantes. Se pueden ver anémonas multicolores que esconden peces exóticos, y todo esto entre arrecifes de coral que le protegerán de las visitas de los tiburones, que aunque dicen que los de aquí se alimentan de plancton... mejor es tenerlos lejos.

    En resumidas cuentas: un mar de colores, un santuario marino, una isla desierta para retozar, un tratamiento de spa, un día de pesca, un atardecer de película, un cóctel con alcohol, una noche muy estrellada y si se le ocurre algo especial pídalo.

    No se lo pierda antes de que sea tarde... tan sólo ¡por un puñado de dólares!

    Datos prácticos:
    -Cómo ir. Situadas en el Océano Índico al suroeste de India y por debajo de Sri Lanka, la República de las Maldivas la forman más de 1.000 pequeñas islas de las que solamente 200 están habitadas, la mayoría equipadas solamente con infraestructuras específicamente para turistas. Malvinas suele ser un destino de "complemento relax" para disfrutar después de un recorrido por Sri Lanka.

    La compañía Sri Lankan Airlines (www.srilankanairlines.es) tiene cinco frecuencias diarias entre Colombo (capital de Sri Lanka) y Malé (capital de Maldivas). La duración del vuelo es de 55 minutos.

    Email: reservas@srilankanairlines.es Teléfono de contacto: 900 102 632

    -Alojamiento. La mayoría de los turistas llegan al destino en viaje organizado, pero no está de más que eche una ojeada a los hoteles de lujo. Algunos están catalogados bajo el concepto de Intelligent Luxury (lujo inteligente) y otros tienen la filosofía "no news, no shoes", que significa que se anda descalzo y que no se tienen noticias del mundo exterior. Para ver los hoteles consulte  www.visitmaldives.com