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Ya sabes quien manda aquí, baby...



    Semana de locos en los mercados, en la que pudo pasar de todo pese a ser semifestiva al otro lado del charco. El cierre, afortunadamente, no nos aportó nada nuevo técnicamente.

    La semana fue, para mí, de lo más atípica. Empezó mal y pudo acabar peor. Si no lo hizo es porque los riesgos estaban bajo control. Mi exposición neta a la renta variable es moderada tras volver a contraer mi acordeón. Algo que en Bolságora hemos conseguido mediante la apertura de coberturas, y en menor medida, el cierre de posiciones por ejecución de stops de protección del beneficio y algo de hedging por compra de bonos, una de las partes del mercado que empezaba a no encajar con más alzas de la renta variable. Colaboró, además, que Wall Street obró uno de sus milagros, convirtiendo lo que debía ser un viernes de desplome en una jornada de simple corrección, que llevó a que las bolsas viviesen una semana de corte consolidativo, tras el deterioro que tuvieran los parqués europeos y la tecnología norteamericana al cierre de la semana previa. Los nervios estuvieron a flor de piel, y yo empecé con ello donde no debería, en un programa de radio.

    El discurso de siempre

    Y es que pasan los años y, afortunadamente, sigo indignándome del discurso de siempre. Ese discurso que no sólo no contempla los riesgos, sino que, además, intenta vendernos la moto de tal forma que parece que los que lo hacemos somos de un planeta indescifrable, ajeno a las personas de la calle y complicado hasta el agotamiento. Nada más lejos de la realidad, pero perfecto para seguir poniendo la mano a final de mes aunque dejes a la gente a su suerte. Como le digo, la semana empezó calentita, ya antes de que el mercado hiciera de las suyas en lo que de momento es un nuevo quiero y no puedo bajista.

    Una quimera

    Tras la grata, pero engañosa, jornada del lunes, en la que las ganancias nos habían permitido completar coberturas en renta variable para llegar a un nivel de exposición cómodo, tal y como le contaba en mi columna diaria el martes, me disponía a pasar un buen rato en el programa de Alejandro Ávila, en la recién nacida Gestiona Radio. Para mi sorpresa, éste le concedió la palabra al mismísimo señor Fernández Hódar, ínclito analista supuestamente técnico -en realidad practica algún tipo de fundamentalismo fundamentalista-, que desde hace muchos lustros nos distrae desde Expansión. Es curioso cómo el tiempo puede convertir a alguien en quien debías fijarte -eso me decía mi profesor de mercados financieros en la Universidad-, por quien pasaste las horas en la hemeroteca en vez de tragarte otra soporífera hora de derecho fiscal, en la antítesis de lo que quieres ser. Pero es cierto que con el tiempo me he convencido de que los mejores maestros son los que te enseñan lo que no debes ser.

    Nunca pasa nada grave si...

    Su intervención fue algo al más puro estilo de siempre: compre que aquí nunca pasa nada grave si compra valores con buenos fundamentales. Que se lo digan a los que escuchándole aún tienen iberdrolas, coloniales o populares, por poner algunos ejemplos de aquello que no había que vender según él bajo ningún concepto en 2007 o 2008. Ni un sólo stop loss pese a haber escrito lo que escribió en 2007 o en 2000, antes de una caída del 50 por ciento del mercado. Realmente me sentí indignado. ¿Qué diantre tiene que pasar para que el dinero de la gente empiece a ser importante para alguien que se gana la vida dando consejos? Me sentí profundamente indignado y se me notó. Son muchos años haciendo radio para ustedes, y jamás me sentí tan enfadado.

    Y, ¿en otros sitios?

    Durante la semana pensé en cómo debía estarse sintiendo el que el martes a primera hora compró algo de lo que recomendó, abandonado a su suerte al otro lado del teléfono, sin ningún nivel asignado a priori para controlar el riesgo. A veces me miro al espejo y me pregunto cómo estarían algunos bolsistas de haber nacido en París, Milán o Fráncfort, donde la caída ha sido mayor y la recuperación de sus gigantes inferior. Dónde estarían si en vez de Santander tuvieran Fortis, o France Tèlècom en lugar de Telefónica, apuestas con "buenos" fundamentales en 2007 o en 2000, al más puro estilo del fundamentalismo fundamentalista, de las que muchos han escapado sólo porque tienen la "suerte" de estar aquí y no estar buscando empleo.

    Mirar a Wall Street

    Empezó Hódar, sin embargo, con algo con lo que puedo estar de acuerdo: lo que vaya a suceder depende en definitiva de lo que pase en Wall Street. Han hecho falta tribunas y más tribunas durante varios lustros para llegar a tan original como profunda reflexión. Larga vida a elEconomista mis queridos lectores, porque viendo lo que pueden contarnos desde el influyente Expansión, somos la luz al final de un muy negro túnel.

    El mensaje de la semana es simple: el peligro llega en caso de claro cierre bajo los 1.085 puntos del S&P 500. El resto es casi accesorio.