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Análisis | De la hipocresía del embajador a la realidad de "las pelas que no dan"
Decía el humanista estadounidense Brian Bowling que la diplomacia te saca de un problema en el que el tacto te hubiera evitado meterte. Pues bien hubiera hecho el extravagante embajador de Estados Unidos en España, James Costos, antes de emitir sus polémicas declaraciones sobre la deriva secesionistas catalana, asegurando que si Cataluña se independiza las empresas norteamericanas tendrían que adaptarse. Palabras que, queriendo o sin querer, han servido para dar alas a Artur Mas y al cerebro que le mueve Francesc Homs, y que Costos se vio obligado a rectificar, con la boca pequeña, horas después, hablando de malas interpretaciones, a través de una red social, y sin desmentido oficial. Lo que demuestra que el señor Costos no sólo no tiene ningún tacto, sino tampoco la diplomacia suficiente para suplir esas carencias.
Unas limitaciones tan evidentes como su incultura histórica, su desconocimiento de la realidad social de España y su falta de interés por el país en el que ejerce su labor de representación que se demuestra en el hecho de que ni siquiera se haya molestado en aprender el español. Soberbia por ignorancia que se dice en castellano.
Y, por si no fuera poco con la perla anterior, James Costos remató su faena en plan Pilatos, lavándose las manos para indicar que la consulta de autodeterminación es una "cuestión interna de España". Idénticas palabras a las que utilizó el entonces secretario de Estado norteamericano , Henry Kissinger, cuando el intento de golpe de Estado de Tejero el 23 de febrero de 1981.
Y esto lo dice el representante diplomático de un país que, si por algo se caracteriza es por su injerencia, intromisión e intervención política, económica y militar en todos aquellos países donde ven amenazas para su interés imperialista. Por la diplomacia o por la fuerza y sin tener reparo alguno en espiar a gobernantes y ciudadanos libres de los países aliados, como nos ha revelado el caso Snowden.
Menos mal que frente a la imprudencia pusilánime de Costos, ese mismo día un compatriota suyo, el consultor del Banco Mundial y exconsejero delegado del FMI, Mario Weitz, demostraba que también entre los norteamericanos los hay instruidos, sensatos, estudiosos y realistas.
Porque en un escenario en teoría más hostil, en Barcelona, Mario Weitz no sólo se atrevió a decir que no le convence que Cataluña se vaya de España, sino que lo argumentó explicando que aunque tiene el tamaño económico de otros países independientes, "tiene una deuda muy alta y, haciendo cuentas, al irse deja de recibir recursos de la UE y del BCE, y los inversores extranjeros son reticentes a un mercado tan pequeño". Todo ello para concluir de forma taxativa que "desde el punto de vista de la pela, los números no dan" para sostener la independencia.
Más claro agua. Y no es un mensaje político o nacionalista, sino puramente económico. Un mensaje que se apoya, además, en los múltiples estudios que cifran en 25.000 millones de euros las pérdidas económicas que para Cataluña supondría la independencia porque también habría fuga masiva de empresas.
Esta es la realidad de los números y de la que ya empiezan a ser conscientes en Escocia, donde las últimas encuestas muestran un rechazo del 60 % a las aspiraciones independentistas. Y es que también frente al fanatismo y la cerrazón de mente, "poderoso caballero es don dinero" que decía don Francisco de Quevedo.