Política
La apuesta de Pedro Sánchez por Gabilondo puede salvarle el puesto o precipitar su condena
El futuro del PSOE se presenta confuso y volátil con cinco elecciones en el horizonte, y donde, en efecto, no solo Pedro Sánchez se lo juega todo. Su apuesta por Ángel Gabilondo, un hombre de trayectoria intelectual intachable, le coloca en una posición extremadamente complicada. O todo, o nada. En el Partido Socialista hay dudas con Gabilondo. En el PP hay desconcierto.
Ángel Gabilondo, ministro de Educación entre 2009 y 2011, ha sido uno de los pocos pero significativos actores de primera fila del proceso político durante la etapa democrática que no procedía de la política profesional sino de la sociedad civil.
Su paso por el Gobierno dejó un rastro de racionalidad y de inteligencia que resultó exótico en nuestra pedestre vida pública, y su labor en pos del consenso educativo, que no consiguió por la anticipación electoral y la falta de grandeur de sus antagonistas, quedará como ejemplo en los anales de nuestra modernización cultural fallida (de momento).
No es, pues, extraño que el equipo del secretario general socialista Pedro Sánchez, en el momento de resolver un serio problema y de cubrir un hueco delicado, haya pensado en este eximio y reconocido catedrático en Filosofía, que ha sido rector de la universidad de toda su vida, la Universidad Autónoma de Madrid, y que en los últimos tiempos ha dado a la imprenta deliciosas series de aforismos inclasificables pero que dan fe de una poderosa vida interior.
Un quiebro, y varios móviles
El gesto socialista de sustituir a Tomás Gómez, después de haber intentado por todos los medios que desistiera de presentarse a las elecciones autonómicas en las que se preveía que recibiría un revolcón sin precedentes (el que obtuvo en 2011 ya fue el más rotundo que padeció el PSOE en dicha elección), por Ángel Gabilondo significa un quiebro elocuente, que evidentemente obedece a varios móviles.
Por un lado, Gabilondo es un valor seguro, que no requiere rodaje, útil por tanto cuando hay que designar a un candidato para unas elecciones que están a menos de 100 días; pero también, por otro lado, ofrecer la representación del partido a un personaje tan significado de la sociedad civil parece indicar una voluntad clara de abrir la endogámica intimidad de los partidos al viento exterior, algo que sería muy reconfortante si, realmente, los aparatos partidarios decidieran permeabilizarse e impregnarse sistemáticamente de ingredientes políticos no profesionales.
Gabilondo no es una garantía absoluta de victoria ya que quizá sus valores intelectuales no sean apreciados por una parte de la población, pero es un seguro de calidad que elevaría el tono del debate político. De hecho, el PP ya ha filtrado que el candidato no le gusta porque sería muy difícil mantener frente a él una campaña agresiva, y ello introduce factores adicionales de incertidumbre? En definitiva, su futuro contribuirá a mitigar la desafección.
Es cierto, en todo caso, que Gabilondo tendrá que enfrentarse ?si acepta la oferta- a la evidencia, nada de desdeñable, de que el PSOE, que ha impulsado las elecciones primarias como única y verdadera fuente de legitimidad, las excluye en el momento en que tropieza con alguna dificultad. Y en todo caso, el sector crítico, afín al descabalgado Tomás Gómez, que ha presentado ya otros candidatos (Valcarce, Zerolo) de manera testimonial, se ocupará de recordárselo. La contradicción es innegable, y pasara factura a los socialistas, aunque la decisión rotunda y traumática de Pedro Sánchez pretenda dar opciones de ganar a quienes de otro modo las hubiera perdido, lo cual también parece legítimo.
De cualquier modo, Pedro Sánchez podrá alegar que ha actuado en legítima defensa, después de que, tras su victoria en las primarias de julio, su liderazgo haya sido atacado con numerosas deslealtades, porque poner en cuestión su capacidad antes de que pueda realmente ejercerla es claramente una deslealtad.
En definitiva, si los estatutos del PSOE han permitido la defenestración de Gómez, y no hay indicios de que se haya vulnerado la legalidad, habrá que dar a Pedro Sánchez un margen de confianza, que adquirirá porte y envergadura si Ángel Gabilondo acepta finalmente la oferta de encabezar la candidatura socialista en Madrid (también se baraja al parecer la posibilidad de que Gabilondo se presente al Ayuntamiento, mientras Carmona lo hace a la Comunidad).
El futuro, cuajado de cinco consultas (dos superpuestas: autonómicas y municipales) en menos de un año, se presenta confuso y volátil, y los candidatos son referencias que resultarán especialmente valiosas en el clima de desconcierto que se está cerniendo sobre este país. No hay duda, por lo tanto, de que Gabilondo aportará serenidad y solidez a un proceso cuajado de escepticismo, de desafección y de profundo descreimiento.