Política
El CIS equipara a PP, Podemos y PSOE en una parrilla electoral vulnerable y obligada a pactos
La encuesta del CIS del mes de enero tiene como elemento central más llamativo el hecho de que el PSOE deja de ser, en estimación de voto 'cocinado', el principal partido de la oposición. Con todo, los resultados son tan próximos -27,3% del PP, 23,9% de Podemos, 22,2% del PSOE- que en términos estadísticos puede decirse que estamos en presencia de un modelo a tres en que la primacía no queda predeterminada ya que dependerá del marco que se considere.
En concreto, en las elecciones autonómicas y municipales (Podemos no se presentará con su nombre a estas últimas), es claro que el liderazgo no será previsiblemente homogéneo y corresponderá a uno o a otro según el territorio o la localidad.
La ley d'Hondt perjudica seriamente al tercer partido en disputa, y ésta ha sido la causa de que tengamos un bipartidismo imperfecto (el modelo se mantendrá a medio/largo plazo, a menos que cambiemos la ley electoral, si hemos de creer en las leyes de Duverger que vinculan el sistema de partidos a la norma electoral), pero la decantación sólo se producirá cuando se consoliden las tendencias: si, con los datos de que se dispone, el PSOE fuera tercero sistemáticamente, tendería a marginalizarse; e igual ocurriría con Podemos. De donde se desprende la importancia que tiene ocupar o no la segunda plaza en el ranking. El PSOE desconfía de la "cocina" del CIS.
Podemos ha explicitado que su interés consiste en ganar las elecciones generales para poder llevar a cabo el 'cambio' que proyecta, y que todavía no ha explicitado (ha retirado el programa muy radical que llevó a las elecciones europeas pero se mantiene en una posición ambigua de momento). Sin embargo, lo que haga en los procesos electorales anteriores pesará en el resultado que obtenga en las generales. En concreto, será relevante el papel que desempeñe en las elecciones autonómicas, a las que sí se presentará con su nombre.
Los escenarios
Como ha teorizado Pablo Simón en Politikon [Podemos uno y no 51], la organización de Pablo Iglesias tiene dos opciones en las comunidades autónomas: o no participar en la formación de la mayoría parlamentaria -la estrategia Beppe Grillo-, con lo cual no se contaminaría, o implicarse en la gobernabilidad a cambio de concesiones programáticas concretas -la estrategia Joschka Fisher, quien, como se sabe, llegó a ser ministro de Asuntos Exteriores de un gobierno SPD-Verdes-.
En ambos casos, Podemos obtendrá ventajas e inconvenientes; si se implica, habrá colaborado con 'la casta'; si no lo hace, impulsará coaliciones implícitas PP-PSOE que le permitirían seguir manteniendo la tesis de que PP y PSOE son los mismo.
La coalición implícita PP-PSOE es un grave riesgo para el PSOE, que difícilmente podrá eludir porque no está en condiciones de rechazar un trueque de esta índole que le conceda cuotas de poder en algunas comunidades autónomas a cambio del apoyo al PP en otras.
Y no siempre es fácil que tales alianzas no desemboquen en la desnaturalización de los actores: en el caso vasco, en el que el PSOE gobernó una legislatura gracias a la aquiescencia del PP, el modelo funcionó porque estaba en juego la lucha contra el terrorismo, pero esta circunstancia fue obviamente singular.
En todo caso, después de un período de fuerte corrupción, las coaliciones PP-PSOE pueden ser letales para los socialistas porque son interpretadas como una renuncia al rigor y a la crítica a cambio de una cuota de poder y de influencia. El ejemplo del Pasok griego, reducido a una dimensión testimonial después de un pacto de gobierno con la conservadora Nueva Democracia, es bien expresivo.
La otra opción teóricamente posible es, evidentemente, la alianza PSOE-Podemos, que se antoja imposible. Primero, porque tal posibilidad no debe entrar en la lógica de Podemos, una formación puritana que quiere enmendar los supuestos destrozos éticos de los partidos convencionales. Y segundo, porque el PSOE no podría razonablemente aliarse con quien basa su razón de ser en el rechazo al statu quo que el PSOE y el PP han edificado durante tres décadas largas.
Es muy probable que este dibujo tripartito tan equilibrado actualmente se trastoque con el tiempo y llegue en condiciones muy distintas a la antesala de las elecciones generales que se celebrarán a finales de año o a principios de 2015.
Hay quienes piensan que Podemos, que pronto tendrá que fijar su ideario, no sobrevivirá indemne al choque con la realidad, y no faltan asimismo quienes esperan que Podemos se termine imponiendo como primera fuerza estatal.
Todo indica sin embargo que el PP se va a convertir en el partido-refugio de los partidarios de mantener intacto el régimen constitucional y que la guerra de desgaste entre las tres opciones de izquierda hoy en confusa competencia. PSOE, Podemos, IU- se mantendrá largo tiempo, hasta que se recomponga el mapa de partidos 'a la italiana', con la formación a medio plazo de una izquierda amplia e integradora que englobe a la mayoría de los protagonistas.