Política

Adiós a Alfonso Guerra, el hombre con más frases lapidarias de la política española

    Alfonso Guerra. <i>Imagen:Archivo</i>


    Alfonso Guerra siempre ha sido hombre de verbo ágil. Admirado y odiado tanto por los suyos como por el bando contrario, este miércoles decidió informar de su marcha definitiva de la política tras cincuenta años, algunos de ellos en la dictadura de Franco y otros tantos repartidos en diez legislaturas democráticas.

    Ácido, caústico, crítico y reflexivo, con correoso don para la palabra, el que fuera la mano izquierda de Felipe González, su sombra en el Gobierno y en la dirección del PSOE, será recordado, entre otras actitudes, por la energía de sus mítines y el eco de sus frases. Estas son algunas secuencias.

    Alfonso Guerra, vicepresidente del primero, segundo y tercer gobiernos socialistas de Felipe González, hacía temblar a quien fuera cuando se disponía a formular un diagnóstico, una valoración, y mucho más cuando se subía a una tribuna.

    Las frases de Guerra

    "El día en que nos vayamos, a España no la va a conocer ni la madre que la parió". "Podremos meter la pata, pero no meteremos la mano". "Entre Fraga y Suárez solo hay una diferencia: Fraga se peina con el pelo de punta, y Suárez lo hace hacia atrás". "Montesquieu ha muerto", "Tó  p'al pueblo (Todo para el pueblo)" o, "El que se mueve no sale en la foto", refiriéndose a la disciplina de partido -del suyo propio- y al sistema electoral español.

    Orador brillante, jacobino, experto en los entresijos de la política, doctorado en las maquinarias de los partidos, estudioso de las encuestas, Alfonso Guerra nunca ha  desaprovechado ninguna ocasión para atacar a sus rivales.

    Con Adolfo Suárez, quien con el tiempo se avino a relaciones cordiales, fue especialmente implacable. Desde la oposición, Guerra le tildó de "tahúr del Missisipi, con su chaleco y su reloj". Todo valía para el joven dirigente socialista si el objeto era forzar la salida del presidente Suárez de la Moncloa. "Suárez llegó a perder toda credibilidad. Se convirtió en una bailarina de pasos contrarios", apuntó más tarde.

    Sentando cátedra, deja para la historia frases como "Garzón tiene una pasión incontenible por sí mismo", a propósito de los GAL, Rajoy "es un holgazán... se quedó dormido el día que ganó las elecciones y se piensa que está despierto". Refiriéndose a su compañero Montilla acuñó: "Los políticos catalanes están en la estratosfera". Y en clave femenina manifestó: "Soledad Becerril es Carlos II vestido de Carlos III" o, "Margaret Thatcher en lugar de desodorante utiliza tres uno".

    En los años 90, el tándem Felipe González-Alfonso Guerra se rompe. El escándalo provocado por el uso indebido que un hermano del vicepresidente hizo de un despacho en dependencias del Gobierno saca a Guerra del Ejecutivo socialista, aunque no renuncia por ello a la dirección del partido. La relación con González se desvanece. Se torna muda, inexistente. Ni el uno ni el otro se refieren al contrario. Solo el paso del tiempo y algunos acontecimientos históricos les han unido coyunturalmente. Pese a todo, Guerra ha llegado a afirmar que "a Felipe no le gusta el partido que tiene".

    Menos miramientos ha tenido con otro líderes. A Aznar le ha llamado "el tío de la capa" que siempre dice "Volveré". A Cospedal la ha comparado con "Groucho Marx" por justificar los sobresueldos de su extesorero Luis Bárcenas. Al socialista José Bono, sencillamente lo ignora. "No he leído su libro", ha dicho. Y a Zapatero lo ha llamado "el bambi de acero".

    Consciente de las filias y las fobias que provoca su verbo -ahí está el mítico mitin que pronunció en Dos Hermanas, Sevilla, el 5 de noviembre del 2011, con un público enardecido por su discurso-, Alfonso Guerra ha dejado para el recuerdo una pequeña autocrítica: "Sé que hay millones de personas que confían en mí más de lo que yo merezco, que me quieren pese a que yo no he hecho méritos; aunque también haya 400.000 que me tengan ganas".