Política

Análisis | Pujol, el patriota de sardana y barretina, en su mansión

    Jordi y Marta pasando una jornada en su casa de Premiá. <i>Imagen: EFE</i>


    Todo es surrealista en el streptease de Jordi Pujol, hasta ayer santón nacionalista asaeteado injustamente por los sayones de la Hispania imperial y hoy prófugo de las iras de sus propios compatriotas y conmilitones, indignados al saber que todo su mensaje ético, postulante de una burguesía bienpensante e hipócrita, era una completa falacia, toda vez que el prócer, multimillonario en secreto, enriquecido entre bambalinas, ni siquiera consideraba necesario cumplir el más elemental deber cívico de pagar impuestos.

    La omertá catalana

    En Cataluña, el secreto ha sido la norma en las últimas décadas. Todo el mundo sabía que en el hermoso caserón gótico de la Generalitat se cerraban toda clase de tratos bajo precio, que fluía el dinero con prodigalidad, supuestamente hacia las arcas de los partidos, en realidad también a los bolsillos de los cancerberos del poder. Maragall, en memorable ocasión, lanzó aquella famosa puya del tres por ciento y se cuartearon los cielos, pero aquella observación no era un desatino sino un diagnóstico. Y, según cuentan, la familia Pujol ha mostrado en todo momento una gran avidez a lo largo de todo este tiempo. Lo sabía todo el mundo, pero nadie osaba hablar contra el patriarca, el mismo que había de conducir a los catalanes a la tierra prometida, a la independencia que, entre otras virtudes, alejaría para siempre la mirada escrutadora de la Agencia Tributaria y de sus insolentes inspectores de Hacienda.

    Sólo después de conocerse la gran estafa, de puño y letra del propio Pujol, la prensa catalana se ha atrevido a utilizar el sustantivo: alguno de los hijos de Pujol es, en román paladino, comisionista. Conseguidor. Una de las especialidades más vulgares de la corrupción política, que bebe en las fuentes repugnantes del cohecho.

    Es curioso: la prensa catalana, tan silente y respetuosa hasta ayer mismo con todas las intimidades del patriarca, se ha desquitado en horas y ha comenzado a explayarse con descaro. El secreto se ha desvelado con subitaneidad. Así, nos hemos enterado de los afanes matriarcales de Marta Ferrusola, quien intercedía ante el cabeza de familia para que disculpara los primeros devaneos erráticos de sus vástagos.

    Hemos sabido de la mala conciencia del prócer, que tuvo poco tiempo para atender a la prole, después tan descarriada. Hemos conocido que la hermana de Jordi Pujol i Solei, Maria, casada con el historiador Francesc Cabana, no sabía nada de herencia alguna? ¿No será que la herencia supuestamente recibida por Jordi Pujol i Soley de Florenci Pujol i Brugat, su padre, el "Pujolet de la Borsa", contrabandista confeso y fundador de la Banca Catalana, es un subterfugio para ocultar otros ingresos, de los muchos que deben haber generado los negocios de la familia Pujol en el exterior?. "De Gibraltar a Puerto del Rosario" se titulaba el reportaje que el principal periódico de Cataluña dedicaba ayer a ilustrar las andanzas turístico financieras de la saga, ya con la UDEF en los talones.

    En la Cerdeña francesa

    Pujol ha sido reclamado por el Parlamento de Cataluña. No basta, obviamente, con la declaración ya conocida para saldar la gran bola de nieve de la corrupción. Ha sido reclamado por todos los partidos parlamentarios salvo CiU (Artur Mas no se apea: lo ocurrido es un asunto privado y familiar. Jaja). Pero no acudirá, Tiene 84 años y bastantes achaques, dicen en su entorno. Y está escondido. En la Cerdaña francesa, en una mansión propiedad ?cómo no- de su primogénito Jordi, el mismo al que la policía atribuye principalmente la profesión de comisionista. Quizá el palacete sea fruto de otra herencia. Quizá la policía tenga que hacerle volver. Más vergüenza sobre el patriotismo de sardana y barretina.

    En todas partes cuecen habas, pero las nuestras son descomunales, patológicas, desproporcionadas. Algo hemos hecho mal para que, tanto tiempo después de poner pie a tierra la democracia, tengamos que descubrir toda esta podredumbre, en el vértice de una autonomía catalana toda ella asentada sobre un saco de pus. Habrá que pensar que nos lo hemos merecido.