Política

El análisis | Felipe González no se equivocó... la estabilidad requerirá una gran coalición PP-PSOE

    Felipe González, expresidente del Gobierno. <i>Imagen: Archivo</i>


    Felipe González, poco dado a recibir lecciones y sin embargo con una atinada capacidad de reflexión propia del estadista que es, manifestó 'arrepentimiento' por haber hablado hace días de 'gran coalición', lo que le ha acarreado las iras de su partido, que halló en el argumento una evidente contradicción estratégica. Sin embargo, el expresidente, al entonar el mea culpa con fina ironía, repitió la ilación argumental que había causado la conmoción: es obvio que si se produjera una situación extrema, PP y PSOE tendrían que formar una coalición para dejar a salvo la democracia.

    La estabilidad de los gobiernos es una condición indispensable para el buen desarrollo democrático, para el progreso de los países, y es por lo tanto lógico que la hipótesis de la 'gran coalición' se maneje con más énfasis a medida que llegan noticias del declive del bipartidismo, que en todo caso no quedarán estrictamente confirmadas el 25M ya que no es lo mismo votar en unas elecciones europeas ?lo que está en juego es la composición del parlamento europeo- que en unas elecciones generales ?donde se dirime el signo del ejecutivo-.

    La cultura política, que es una mezcla de normas y de tradición, es muy relevante en la disposición de fórmulas de estabilidad. En nuestro país, en toda la dilatada etapa democrática no ha habido precedente alguno de coalición de gobierno; tan sólo pactos de legislatura, sin participación del socio en el Ejecutivo, como sucedió en le primer gobierno de Aznar, cuando el PP tuvo que apoyarse en CiU mediante el Pacto del Majestic.

    En realidad, la necesidad de tales gobiernos es remota si se toman en consideración las conocidas leyes de Duverger, que ligan el sistema electoral al sistema de partidos: en nuestro caso, la proporcionalidad corregida había de facilitar grupos parlamentarios potentes, capaces de gobernar si no con mayoría absoluta, sí con relevante mayoría relativa.

    Sin embargo, el desgaste de las dos grandes formaciones que se han turnado en la gestión de la crisis amenaza ahora con forzar la exigencia de pactos para la formación de gobiernos mínimamente estables. Ésta es una de las razones por la que se invoca la idea ?remota todavía- de un gobierno de gran coalición, alternativo a otras fórmulas posible (PSOE-IU, por ejemplo).

    La otra razón es la existencia del problema catalán, ya que los nacionalistas no han ocultado que sus objetivos serían más fácilmente alcanzables si el próximo gobierno, después de las elecciones de 2015 o 2016, no se sustentara sobre una mayoría absoluta como el actual. Las fuerzas vivas del país apuestan en este caso, y de manera inequívoca, por una gran coalición, capaz de contraponer los intereses del Estado a la pulsión centrífuga del independentismo.

    Una solución de emergencia

    Quizá tal coalición no se materialice nunca, pero el hecho de que sea posible ya será un referente para quienes pretendan intentar medidas escapistas. Por decirlo más claro, esa conjunción PP-PSOE es la solución de emergencia, no deseada en realidad, que se pondría en práctica si la recuperación económica y moral de este país no nos devolviera pronto a la normalidad perdida