Política

Francia ayuda a la prensa. ¿Por qué no lo puede hacer igual España?



    El presidente francés, Sarkozy, acaba de hacer público un plan de ayuda a la prensa por un importe de 200 millones de euros al año durante, al menos, los tres próximos ejercicios.

    El plan arranca de un libro verde confeccionado por cinco prestigiosos expertos en comunicación (Bernard Spitz, Bruno Frappat, Arnaud de Puyfontaine, Bruno Patino y François Dufour) encargado por el Ministerio de Cultura y Comunicación de Francia (nótese el rango ministerial del asunto).

    El plan ha sido calificado por el jefe del Estado como ?una medida de urgencia? para ayudar a un sector que es actualmente víctima de dos problemas: la desorientación suscitada en la prensa tradicional por la irrupción de Internet, que obliga a una profunda reconversión no sólo material sino también intelectual y profesional de los medios escritos, y la propia crisis económica, que ha reducido los ingresos por publicidad de los medios en más de un 30%.

    El primero de estos factores, que es estructural, es sin duda el más grave, y ello da la razón a Sarkozy cuando ha dicho que la prensa francesa ?estaba en crisis antes de la crisis?. De cualquier modo, el plan demuestra una sensibilidad admirable, que ya se demostró con la retirada parcial de la publicidad del audiovisual público francés, que ayuda asimismo sensiblemente al sector.

    El plan es amplio e incluye actuaciones en siete áreas. De las medidas que van a adoptarse destacan, además de las ayudas a las reconversiones propiamente dichas, determinadas exenciones fiscales a las empresas de comunicación y la supresión de impuestos profesionales a los editores de prensa digital, un incremento en la publicidad institucional, el abaratamiento de las tarifas postales, la extensión de la supresión del IVA a la prensa on-line (Bruselas tendrá que dar el visto bueno a esta exención), una ayuda directa del Estado para la distribución de prensa a domicilio y una medida estrella: la suscripción gratuita durante un año al periódico que deseen a todos los jóvenes de 18 años.

    Esta última actuación incide asimismo en el déficit de lectura de prensa de la sociedad francesa (el español es todavía mayor, por cierto): es plausible la iniciativa púbica tendente a remediar el hecho ?de que los franceses se cuenten entre los europeos que menos prensa leen o que los periódicos galos sean de los menos leídos del mundo?.

    En España, sólo se han hecho tímidos intentos de divulgación de la prensa escrita en el sistema educativo que no han dado resultados apreciables.

    En nuestro país, donde ya se concedieron en su momento ayudas a la reconversión industrial de los periódicos hace una veintena de años, la segunda reconversión, la digital, está muy avanzada, si bien falta todavía una acomodación plena de la prensa escrita a los nuevos tiempos, de forma que el papel y lo virtual adquieran plena complementariedad.

    Pero la crisis del sector es manifiesta, a causa tanto de esta transformación, que ha consumido ingentes recursos, cuanto de la caída de la publicidad, también espectacular en España. Resultaría, pues, inconcebible que aquí no se siguieran una pautas semejantes a las francesas, que rediman a nuestros medios de la zozobra que experimentan.

    El plan Sarkozy

    En la presentación del plan, Sarkozy ha argumentado que ?una prensa libre, plural e independiente es uno de los bienes más útiles para la democracia y no seré yo quien asista impotente a la desaparición de un grupo de prensa porque una crisis coyuntural venga a adherirse a una crisis estructural a la que se añade una revolución tecnológica?.

    Nuestros regímenes son, en efecto, democracias de opinión, y la falta de un tejido mediático sólido y solvente deterioraría gravemente el sistema político, la convivencia y la cohesión social. El sistema mediático es, en definitiva, la materia de la libertad de expresión.

    El propio libro verde y la trasposición del mismo que ha hecho Sarkozy en su plan prestan, como es natural, gran atención a la transparencia y neutralidad de las ayudas.

    La injerencia del poder público en el sistema mediático sólo es admisible en estas condiciones ya que de otra manera afectaría inaceptablemente a la independencia de los medios. Pero esta evidencia no puede ser pretexto en España para declinar la implementación de unas medidas semejantes.

    En España

    Antes al contrario, en nuestro país tampoco han faltado hasta ahora ?ayudas? de toda índole, tanto de parte del gobierno central cuanto y sobre todo de los gobiernos autonómicos, otorgadas subrepticiamente y con oscurantismo, a cambio de favores políticos. Supongo que nadie se extrañará de tal afirmación, que podría documentarse pormenorizadamente.

    En nuestro caso, pues, un plan como el de Sarkozy podría tener una doble virtud: la de permitir el vuelo de un sistema mediático que está travesando hoy día graves dificultades, en buena parte ligadas a la crisis económica y que pueden estrechar a medio plazo el arco de la pluralidad informativa, y aportar definitivamente plena transparencia a las relaciones entre el Estado y la prensa, poniendo fin a la arbitrariedad y al clientelismo con que hoy se conceden ayudas, se otorgan frecuencias radioeléctricas y se compran lealtades.