Política

Colorín, colorado, el bipartidismo se ha acabado

    El Congreso de los Diputados. <i>Imagen: Archivo</i>

    Silvia Zancajo

    Hace días, el portavoz del Partido Popular en el Congreso, Rafael Hernando, se refería a Albert Rivera, líder de Ciudadanos, como Naranjito, por el color de su formación. También se acordó de los moraditos, por Podemos, y de los magentas, por UPyD.

    Hace bien Hernando en fijarse en los colores porque el Parlamento en rojo y azul parece tener los días contados. No hace falta mirar las encuestas, basta escuchar el debate en las redes, en la calle, en los bares: resuena un escenario multicolor. Colorín, colorado, el bipartidismo se ha acabado.

    La nueva postal nos adelanta un año político intenso y apasionante. Por un lado, un Parlamento fragmentado dificulta gobiernos estables. Exige diálogo, debate, y eso no siempre es fácil, aunque también refleja mejor la pluralidad de las comunidades. Y eso, como explica Jordi Rodríguez Virgili, profesor de la Universidad de Comunicación de Navarra y experto en política, es lo que demandan ahora los ciudadanos. "No nos representan" es casi el grito de una generación harta de la política tradicional.

    Cantinelas de campaña

    Aunque en la retórica de campaña se siguen escuchando las grandes declaraciones, los "jamás pactaremos con", ganan terreno los matices. Hace unos días el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, defendía la capacidad de llegar a acuerdos como una cualidad necesaria para "los nuevos líderes". Mientras tendía la mano derecha al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, para sellar pactos en asuntos de Estado, como el pacto antiyihadista, la izquierda defendía el diálogo con todas las formaciones, incluido Podemos. El partido de Pablo Iglesias defiende un criterio parecido en este asunto y asegura que no le pedirá a nadie el carné para llegar a pactos de gobierno sobre cuestiones concretas. También Rivera, de Ciudadanos, afirmaba hace unos días que "habrá que llegar a acuerdos, pero "solo para un cambio político, económico y social", matizaba. Mientras, en el PP no se apean del carro del voto "útil" y "responsable".

    Las piezas del puzzle

    Y en medio de este paisaje sin mayorías, se mantiene la incógnita sobre quién pactará con quién. Por un lado, el dardo de la gran coalición entre PP y PSOE, lanzada desde las filas populares y alentada por presiones de poderes fácticos, medios de comunicación y mercados financieros que apelan al "sentido de la responsabilidad" de los socialistas. Desde el PSOE saben que ese dardo está envenenado, por eso niegan y reniegan de esa posibilidad. Un gran pacto les alejaría aún más de su electorado y sería para el PSOE "el abrazo del oso", como augura Rodríguez Virgili. Ya saben, suave al primer contacto, mortal en los siguientes.

    Esto, explica el profesor, sitúa a los grandes partidos entre la espada y la pared: por un lado, los ciudadanos les reprochan su falta de diálogo y la estrategia del "y tu más". Pero si ese entendimiento se produce, no habrá escapatoria a su peor cliché. ¿Veis como son lo mismo", dirán. Y tendrán razón.

    Tampoco se aventura fácil para los nuevos partidos. Especialmente el de Pablo Iglesias, que puede verse en una irónica tesitura: si pacta con PSOE para formar gobierno, les tacharán de ser igual que esa casta que tanto han denostado. Si no pactan, habrá quien les acuse de que su inacción ha permitido gobernar al PP.

    Y todo esto, en un ciclo electoral que hace prever que no se alcancen acuerdos estables porque los partidos se limitarán a hacer lo que más conviene de cara a la siguiente cita electoral. Cuidado a quién das la mano, pensarán, porque volverás a encontrarte mañana con las urnas. El primer episodio está a la vuelta de la esquina, con las elecciones andaluzas, la primera prueba de fuego del ya chamuscado bipartidismo.