Rajoy hunde sus tres años de Gobierno con la corrupción, Cataluña y Podemos
El saldo de los tres años no es, pues, brillante. Y hoy el PP está seriamente preocupado por su futuro, ya que se aproximan las elecciones autonómicas y municipales y los presagios no son buenos, con lo que el partido, que actualmente posee el mayor acopio de poder territorial de toda la etapa democrática, puede sufrir un revolcón también sin precedentes.
La situación en noviembre de 2011 era tan delicada y el PSOE se encontraba en una tesitura tan comprometida que probablemente el PP de Rajoy hubiera ganado las elecciones con la misma facilidad si no hubiese prometido en su programa lo que ya sabía de antemano que no podría cumplir.
Fue mala idea prometer de entrada una bajada de impuestos cuando era notorio no sólo el elevado déficit que heredaba el nuevo gobierno sino también la quiebra de un gran sector de actividad -la construcción-, con la consiguiente elevación del desempleo, todo lo cual lo supondría una caída en picado de los ingresos fiscales.
La ingenuidad de Rajoy
Pese a aquel incumplimiento, que sin duda había sido descontado por anticipado por buena parte de sus votantes, los cálculos del Partido Popular fueron un tanto ingenuos: Rajoy y sus asesores pensaban que el gobierno se afianzaría y aun podría conseguir una nueva legislatura si la política económica emprendida tenía éxito y cuatro años después la crisis aparecía claramente superada.
Las políticas de ajuste fueron ciertamente aceptadas con resignado estoicismo por la opinión pública, que intuía que sólo saldríamos del atolladero si el país avanzaba en la senda de la estabilidad.
Pero pronto empezó a ser evidente que la doble recesión era tan profunda y de tan largo alcance que las secuelas de la crisis -en particular, los más de cinco millones de parados- durarían mucho tiempo, con lo que el partido gubernamental podría explotar sólo muy relativamente el menguado éxito de haber puesto al país en tenue crecimiento.
Así las cosas, el entusiasmo de la ciudadanía por la mejoría económica es hoy perfectamente descriptible... con la particularidad de que las previsiones gubernamentales, ya de por sí muy modestas, podrían verse alteradas a la baja por la atonía europea.
De hecho, este gobierno confiaba en que el sector exterior, muy fortalecido por el gran ajuste salarial realizado (con la consiguiente ganancia de competitividad), tiraría de la economía, cuando la realidad es que nuestros grandes clientes están estancados y sin fuelle, y tiene que ser la demanda interna el motor de la tímida recuperación.
El negativo efecto Podemos
Pero las malas noticias nunca vienen solas: a la indiferencia con que la opinión pública asiste a esta incipiente recuperación se ha sumado la creciente irritación con que la ciudadanía recibe la secuencia interminable de noticias de corrupción, que afectan al binomio PP-PSOE que ha sustentado el modelo bipartidista, pero que sobre todo debilita al PP, que, con los casos Bárcenas y Gürtel, ha visto afectado el propio núcleo de la organización.
La mencionada desafección se hubiera limitado a provocar una caída de la participación en las próximas citas electorales de no haber irrumpido en el panorama político Podemos, la materialización organizada del espíritu de las protestas del 15-M que sirvieron de aliviadero a la ira popular en pleno fragor de la crisis. El 'efecto Podemos' se hizo mensurable y visible en las elecciones europeas, en las que PP y PSOE alcanzaron apenas, conjuntamente, el 49% de los sufragios.
Los sondeos posteriores, privados y del CIS, han corroborado el derrumbe del PP, la merma que aqueja al PSOE y la escalada de Podemos, que adelanta a las otras dos formaciones en intención de voto directa.
Pero no terminan aquí las tribulaciones del Gobierno: a la crisis y a la corrupción se ha sumado el conflicto catalán, en el que la mayoría política ha perdido la iniciativa, en parte por deméritos propios y en parte, también, por la deslealtad de los nacionalistas, que no han respetado ni las reglas de juego ni los pactos ocasionales que se les han ofrecido para calmar la tensión y buscar vías de dialogo.
El caso es que el problema se ha enconado y no puede descartarse que haya que tomar medidas radicales, lo que, además de constituir en sí mismo un contratiempo de primera magnitud, podría tener repercusiones económicas de gran calado.
Sin tiempo
El tiempo apremia, y la estrategia 'gallega' de Rajoy no va a proporcionarle solución a estos contratiempos. Más bien parece que debería aprovechar el tiempo para taponar vías de agua y evitar el naufragio que, con los datos de hoy, parece inexorable.