Política

Análisis | Pedro Sánchez, atinado comienzo

    Pedro Sáncchez tras ser elegido secretario general del PSOE. <i>Imagen: EFE</i>


    Ha pasado poco más de un mes desde que el nuevo secretario general del PSOE, elegido formalmente el 26 de julio por el congreso extraordinario de su partido después de que las bases lo designaran por votación directa, ha comenzado a desempeñar su tarea, y, ciertamente, se advierte con claridad el cambio producido, que, con los escasos elementos objetivos de que ya se dispone, parece apuntar en la dirección correcta.

    Pedro Sánchez, de 42 años, economista y profesor universitario, con inglés y francés fluidos, no era al llegar a la secretaría general un valor consagrado, por lo que su ejecutoria está siendo también su biografía: del buen hacer que consiga dependerá su prestigio y, consecuentemente, su arraigo político y social, de un lado, y sus posibilidades de progresar electoralmente, de otro. De ahí la importancia de este escrutinio.

    A este respecto, sus primeros pasos están cuajando la silueta del nuevo líder de la oposición, que se ha rodeado con naturalidad y completa autonomía de personas de su generación y de su propio mundo, desconocidas en su mayor parte. Como le ocurre al propio Sánchez, todas ellas, empezando por el secretario de Organización César Luena, se acreditarán a medida que vaya desarrollándose su ejecutoria. De momento, puede decirse que la renovación es profunda, lo que significa reconocer que había que ofrecer al electorado un equipo distinto del que gestionó la gran crisis económica, en el poder primero y en la oposición después.

    La primera decisión de peso que tuvo que tomar, la relativa a la elección de Jean?Claude Juncker por el Parlamento Europeo, fue controvertida. Tuvieron seguramente razón quienes creían entonces que el PSOE debía honrar los pactos, y lo pactado era apoyar al candidato del mayor grupo parlamentario. Pero también contaban con poderosos argumentos quienes reconocían que Sánchez tenía que desmarcarse de prácticas antiguas, y en concreto de cierto compadreo PP-PSOE que no sólo se ha producido en asuntos de Estado sino también en otras cuestiones 'non sanctas'.

    De entonces a acá, los principales hitos de su todavía corto mandato ya tienen peso ideológico: se ha posicionado contra la reforma de la ley electoral municipal para facilitar la elección directa de alcaldes, que postula el PP.

    Ciertamente, el PSOE llevó en su momento una propuesta semejante en su programa electoral pero el asunto es de otro calado: lo que no resultaría de recibo es cambiar las reglas de juego cuando está a punto de concluir el partido, con claro oportunismo. Porque la reforma, que también beneficiaría al PSOE claramente, se interpretaría como lo que es: un ardid de última hora para salvar los muebles los dos grandes partidos cuando todo indica que las dos formaciones pueden sufrir un importante castigo.

    La primera toma de posición económica ha sido certera: con ocasión de la venida a España de la canciller Merkel, Sánchez ha presentado un decálogo -"Un nuevo pacto europeo por la competitividad, el trabajo y la cohesión"- que representa una propuesta de actuación del centro-izquierda continental a escala europea y que, en síntesis, preserva el actual marco jurídico ?el plan de estabilidad y crecimiento, que no está en discusión- aunque postula soluciones a la americana (propone un Banco Central que, como la Reserva Federal, tenga como objetivos simultáneos la estabilidad de precios y el pleno empleo). Éste es el camino que debe emprender la socialdemocracia europea, segunda fuerza del Parlamento Europeo.

    En el capítulo de la corrupción y la regeneración democrática, se ha anunciado ya (El País, 24 de agosto) un conjunto de propuestas de medidas que incluyen un cambio radical en el sistema de nombramiento de los órganos constitucionales con el fin de acabar con el actual sistema viciado de cupos, y la elaboración de una nueva ley de Partidos que democratice plenamente su funcionamiento, limite los mandatos, haga transparente su financiación, etc.

    Precisamente en este campo de la integridad democrática y la corrupción tiene Sánchez su principal caballo de batalla: al igual que el PP se desacredita por el 'caso Gürtel' y su pieza separada el 'caso Bárcenas', el PSOE tiene en Andalucía su particular escándalo por partida doble: el de los EREs y el de la formación. Susana Díaz, estrecha colaboradora de Sánchez, y el propio secretario general del PSOE, tienen que combatir estas lacras con todo el ardor imaginable, aunque ello represente dolorosos sacrificios de políticos que no supieron estar a la altura ni combatir los indicios de irregularidad que estaban a la vista. Andalucía es la gran esperanza del PSOE, donde el partido nunca ha perdido su vitalidad, pero también la gran amenaza de fracaso si no se hacen las cosas bien en esa comunidad.