Política

Análisis | Rajoy y Mas se citan en una entrevista decisiva para la Historia

    Artur Mas y Rajoy. <i>Imagen: Archivo</i>


    Ni Artur Mas está en principio dispuesto a renunciar a la consulta, ni Mariano Rajoy va a permitir siquiera que su interlocutor le plantee siquiera la posibilidad de que el plebiscito tenga lugar. El choque de trenes será, pues, inevitable, a menos que ambos políticos, en un quiebro intelectual inesperado, se dispongan a negociar una tercera vía, una solución tangencial inteligente que pueda dar solución al conflicto.

    En política democrática, todo el mundo sabe que las grandes cumbres, las entrevistas formales entre líderes, nunca se plantean como encuentros súbitos en que los grandes mandatarios improvisan una negociación dudosa que puede fructificar o no.

    En tiempos de la guerra fría -las comparaciones son siempre odiosas pero a veces resultan útiles-, las cumbres eran siempre la culminación de un proceso de acercamiento paulatino, que era rubricado solemnemente a su término por los jefes de Estado correspondientes en una espectacular cumbre cuando ya había garantías de coincidencia en determinadas cuestiones.

    Una entrevista decisiva

    Viene esto a cuento de la entrevista que celebrarán Mas y Rajoy en Madrid el próximo miércoles, y que de momento parece no ir precedida de un proceso de aproximación entre los respectivos equipos. Esta ausencia, que revela ante todo desconfianza por ambas partes, suscita los peores presagios, por cuanto ya se sabe que las posiciones de fondo tanto de Artur Mas como de Mariano Rajoy son radicalmente incompatibles.

    Para que ocurriera un acercamiento entre ambas posiciones, el argumento común debería proceder de un simultáneo ejercicio de realismo: dado que el Estado no va a reconocer el derecho de autodeterminación y habida cuenta de la potente demanda soberanista que proviene de las instituciones y de la sociedad civil catalanas, podría encontrarse un punto intermedio de equilibrio a través de una reforma institucional que colmara las aspiraciones legítimas de Cataluña -más autonomía fiscal, blindaje de las competencias culturales y educativas, etc.-, estuviera en equilibrio con el resto del Estado de las Autonomías y fuera asumible por una clara mayoría parlamentaria. Difícil, muy difícil.

    En cualquier caso, para asegurar la existencia de esta hipotética masa crítica parlamentaria, el lunes, poco después del congreso socialista que ratificará al nuevo secretario general, se reunirán Pedro Sánchez y Mariano Rajoy, y de este encuentro saldrá probablemente una posición común sobre Cataluña. Habrá que ver si esta posición muestra ya perfiles federalistas -en el seno del Gobierno empieza a abrirse paso esta corriente, encabezada al parecer por la vicepresidenta Sáenz de Santamaría y por el ministro García Margallo- o si la convergencia se queda apenas reducida a una posición reactiva compartida.

    De todos modos, es claro que la conquista y aceptación de una tercera vía representaría un duro quebranto para el principal interlocutor catalán, que ha llegado demasiado lejos en su apuesta soberanista, y un giro significativo del líder del PP, que tiene el gallinero revuelto con los agravios financieros interterritoriales que han asomado al publicarse las balanzas fiscales.

    Sin embargo, de no concluir la entrevista con un significativo acuerdo de principio sobre la necesidad de pactar -nótese que bastaría para pacificar el problema ese reconocimiento, aunque no se concrete todavía la naturaleza del pacto-, se entrará en un torbellino de muy difícil control que podría conducir a convulsiones traumáticas: el 11 de septiembre sin atisbo de acuerdo constituiría un evento muy peligroso para la paz social de Cataluña, para la estabilidad de este país.