Política

El análisis| ¿Tiene que reaccionar Rajoy a la espantada de Wert?

    Parodia de Joaquín Reyes de las reformas de Cultura. <i>Imagen: Reuters</i>


    La espantada de Wert, ausente de los Premios Goya de este año, constituye un error que su jefe de filas, el presidente del Gobierno, no debería tolerarle. El PSOE espera el cese de Wert por "faltar el respeto a la Cultura"

    Wert ha pretextado protocolariamente una cita internacional para justificar su ausencia, pero la excusa no es creíble. El argumento oficioso de Wert para no asistir a la gala, puesto en boca de sus conmilitones, es que uno no debe ir allá donde le insultan.

    Se trata de un pretexto pueril, que ignora que el mundo de la cinematografía, que está sin duda ubicado mayoritariamente en una determinada posición ideológica, no se comporta como un fanático obcecado, y que si está hoy sumamente irritado, será por unos agravios bien evidentes que el propio Gobierno ha reconocido y se dispone ?según se ha dicho- a paliar.

    Aznar más próximo a la Cultura

    Conviene recordar que el Aznar de la primera legislatura consiguió centrarse y avanzar hacia la mayoría absoluta que logró en la segunda por el procedimiento de mantener una relación estrecha en el mundo de la cultura. Poetas ilustres visitaron Moncloa en aquellas fechas ?hoy el inquilino de la mansión se deja retratar a la salida de un acto importante de partido con el Marca en la mano- y muchos de los cómicos que forman el grueso de la cinematografía española visitaron con frecuencia el domicilio presidencial.

    La relación se rompió en 2003 cuando un Aznar ensoberbecido nos introdujo en la guerra de Irak, pero previamente había quedado claro que el PP podía mantener una relación normal con el mundo de las artes escénicas.

    El deber de Wert

    Ahora, la espantada de Wert, que rompe una tradición de casi tres décadas de presencia gubernamental en los Goya, supone la renuncia a recomponer una relación normal, precisamente ahora que Montoro anuncia que se reducirá de nuevo el IVA del cine y el teatro al 10% (no al 8% como antes de la crisis) y cuando en la secretaría de Estado de Cultura se negocia una reforma de las ayudas al cine. Hubiera bastado con el anuncio de estas medidas inminentes para que Wert hubiera encontrado este año mejor clima que el pasado, y hubiese evitado por tanto toda la irritación que la gran familia del cine volcó ayer sobre este Gobierno y su ministro de Cultura.

    Así las cosas, sólo se puede entender la ausencia de Wert como la reacción de quien se sabe fracasado en la tarea que le fue encomendada ?su obra principal, plasmada en la ley que lleva su nombre, tendrá una vida efímera ya que decaerá cuando el PP pierda la mayoría absoluta- y no está dispuesto a realizar ni un sacrificio más en el escaso tiempo que le queda? Si así fuera, habría prestado un flaco favor a quien lo nombró, que a causa de este gesto aparece más descentrado a los ojos de todos. Y conviene recordar qué le supuso a Aznar y al PP en 2004 la pérdida del centro político.

    Los actores, como cualquier colectivo profesional, tienen unos intereses particulares que deben conciliarse con los generales y con una idea cabal de la cultura y de cómo hay que acometer la gestión cultural. Ni siquiera después de aceptar que en Europa el cine autóctono sólo sale adelante mediante ayudas públicas (la presión del monopolio comercial americano es exorbitante) las ayudas son automáticas: deben negociarse con intensidad para que el dinero público consiga su máxima rentabilidad, material e intelectual. Por eso Wert, en su función de ministro de Cultura, no está autorizado a romper puentes con quienes han de ser sus interlocutores. Y son además los dueños de una opinión política que no tiene por qué interferir en dicha negociación.