Las elecciones y el fin del rescate permiten a España soñar con una 'silla' en la UE
La VIII Legislatura del Parlamento Europeo llega a su fin y las elecciones del próximo 25 de mayo han convertido Bruselas y las capitales de los 28 en una gigantesca sala donde se prepara el juego de las sillas musicales.
El redoble de tambores ya ha comenzado y todos analizan las posibilidades de cada quien en función del peso específico de su país dentro de la Unión Europea, su fuerza política y los posibles resultados electorales. En ese marco, España, que en los últimos años ha dejado escapar diversos puestos de relevancia en el seno de las instituciones europeas, aspira a recuperar posiciones.
El caso más claro es tal vez el del 'puesto español' en el directorio del Banco Central Europeo (BCE), perdido desde que José Manuel González-Páramo, dejó el consejo de la autoridad monetaria europea el pasado 2012.
Tradicionalmente había un pacto no escrito entre los grandes países de la moneda única para que siempre hubiera en el consejo de dirección un miembro alemán, francés, italiano y español. Sin embargo, la deteriorada imagen de España como consecuencia de la crisis y una presión insuficiente por parte del Gobierno según algunos, llevó a que al final, en agosto de 2012, se hiciera con el puesto el luxemburgués Yves Mersch, en detrimento del candidato presentado por el Gobierno español, Antonio Sáinz de Vicuña, director del servicio jurídico de la entidad.
Sin embargo, las "elecciones europeas" que se avecinan y la salida del rescate a la banca con éxito permiten a España volver a soñar.
Las aspiraciones de España
Actualmente, los cargos de que dispone se limitan a la dirección general de Competencia, que ocupa el comisario Joaquín Almunia -socialista, cuyo mandato termina también en mayo-, una vicepresidencia del Banco Europeo de Inversiones que ocupa Magdalena Álvarez desde junio de 2009 y al recién elegido Ramón Quintana, actual director general de Supervisión del Banco de España, que ocupará una de las cuatro direcciones generales del Mecanismo Único de Supervisión europeo.
Las aspiraciones actuales del Gobierno son mucho mayores. Por el momento, no se han hecho oficiales las candidaturas, pero todo el mundo hace quinielas.
Está bastante claro que nuestro país no tiene aspirante a dirigir la Comisión Europea (CE), pero el nombramiento del titular de la cartera de Economía y Competitividad, Luis de Guindos, como coordinador del Eurogrupo del Partido Popular Europeo (PPE) se ha interpretado como su posicionamiento en la antesala de la presidencia del propio Eurogrupo.
Francia e Italia han reclamado que tras las próximas elecciones de mayo al Parlamento Europeo, el presidente del club de la moneda única ocupe el cargo a tiempo completo, lo que podría poner en cuestión la continuidad del holandés Jeroen Dijsselbloem.
Aprovechando esa circunstancia, el paso de De Guindos a la política europea podría ser un hecho, sobre todo después de que haya quedado patente que cuenta con el apoyo de su homólogo alemán, el viejo halcón defensor de la austeridad Wolfgang Schäuble.
De lo que nadie tiene duda es de la voz fundamental que tendrá la canciller Angela Merkel en el reparto de sillas, que obligan a sustituir al presidente de la Comisión, el portugués José Manuel Durao Barroso; al presidente del Consejo de la UE, el belga Herman Van Rompuy; a la jefa de la diplomacia europea, Catherine Ashton; todos los comisarios, incluido el responsable de economía, el finlandés Olli Rehn, y por supuesto al presidente de la Eurocámara.
Por ahora, el otro gran baluarte de las decisiones comunitarias, Francia, tiene ya sus cartas sobre la mesa. El actual comisario de Mercado Interior y Servicios Financieros, Michel Barnier, artífice de la arquitectura de la unión bancaria, está haciendo su propia campaña para suceder a Barroso; mientras cada vez suena con más brío para el mismo puesto el nombre de Christine Lagarde, actual directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI).
Merkel preferiría esta opción por encima de la del primer ministro de Luxemburgo y expresidente del Eurogrupo, Jean-Claude Juncker, que también aspira al Ejecutivo comunitario después de su defenestración en su país.
No obstante, los efectos de la crisis podrían abocar a la consecución de buenos resultados para los grupos de centro-izquierda, teniendo en cuenta que la Izquierda Europea presenta al griego Alexis Tsipras y los Verdes al francés José Bové, lo que pondría en una situación ideal al actual presidente de la Eurocámara, Martin Schulz, del partido socialdemócrata alemán, SPD, para encaramarse a lo más alto del Ejecutivo comunitario.