Análisis: La ruptura del PSOE
La familia socialista, fragilizada en los últimos tiempos en la relación que mantiene el PSC con el PSOE a causa de la debilidad de unas direcciones respectivas sobrepasadas por los acontecimientos y víctimas de sus propios errores, no ha sabido digerir el reto soberanista que ha planteado el nacionalismo catalán.
Paradójicamente, el diferendo que ha provocado el público disenso no ha sido de fondo: PSC y PSOE están en contra de la secesión de Cataluña. La diferencia estriba en la aceptación o no de un referéndum consultivo legal que verse sobre la autodeterminación, sobre la soberanía de la región catalana.
La posibilidad de la consulta y el derecho de los ciudadanos a reclamarla son difíciles de negar, por simple aplicación del principio democrático, que es previo a todas las demás especulaciones. Un territorio estructurado, diferenciado, con perfiles étnicos reconocibles histórica y culturalmente, así como autosuficiente en lo económico, ha de poder pronunciarse sobre su destino. Así lo reconocen bastantes de los constitucionalistas más acreditados de este país
Sin embargo, y dicho lo anterior, es evidente que no ha de ser el PSOE (ni el PP) quien proponga o abone tan consulta. Por la sencilla razón de que el PSOE (como el PP) es la fuerza política explícitamente española que vertebra todo un hemisferio ideológico y que, como opción de poder, se turna con su antagonista en la gobernación del Estado. El PSOE, por origen y por convicción, no puede ni debe poner en cuestión la unidad de España, ni tendría sentido que se prestara a secundar propuestas o posturas rupturistas, aunque haya de respetar democráticamente posiciones distintas.
Para el PSC, que siempre ha alardeado de ser un partido "distinto" y de incluir convicciones catalanistas, quizá no sea tan clara esta incompatibilidad de sus esencias con el derecho de autodeterminación ?eufemísticamente llamado derecho a decidir-. La claridad la hubiera dado, probablemente, la altura de miras en las respectivas direcciones, hoy burocratizadas y faltas de nivel.
La ruptura entre PSC y PSOE es una opción, evidentemente. Pero quienes tienen en su mano la posibilidad de provocarla o de evitarla deben tener en cuenta que, si se produce, habrán colocado un provocativo puente de plata a la opción soberanista, puesto que desaparecerá uno de los últimos rompeolas de sensatez frente al populismo secesionismo. Conviene, pues, que se lo piensen con alguna grandeza.