La noche de los 'cuchillos largos' que determinó el futuro de Esperanza Aguirre
Quienes acudieron esa noche al cuartel general del PP en Madrid, aseguran que a Elvira Rodríguez se le escapó un "Mariano, vámonos". La esposa del líder popular, que había solicitado unos meses de permiso en Telefónica (donde trabaja) para seguir por toda España la caravana electoral de su marido, hace tiempo que era partidaria de llevar una vida más sosegada. Hasta tal punto era así, que los afiliados del PP salieron esa noche de la sede de la formación convencidos de que Rajoy había escrito el último capítulo de su historia como político.
La dulce derrota del líder del PP disparó, sin embargo, los instrumentos de autodefensa del partido. El triunvirato encabezado por el gurú del PP, Pedro Arriola; el secretario
general del partido en Andalucía, Javier Arenas, y el de Galicia, Alberto Núñez Feijó, habían jaleado al presidente de la comunidad autónoma de Valencia, Francisco Camps, como el candidato natural llamado a suceder a Rajoy. Ni Arenas ni mucho menos Núñez Feijó ganan las elecciones en sus territorios, mientras que la comunidad valenciana se ha convertido en uno de los graneros de votos populares. Las alternativas a Camps son Aguirre y el alcalde de Madrid, Ruiz Gallardón, pero este último fue descartado porque dentro del partido no es bien visto. Como es obvio, Camps se dejó embaucar por los cantos de sirena de sus correligionarios y participó en el juego para encabezar una candidatura alternativa.
El apoyo a Rajoy tras el 9-M
El triunvirato de Arriola, sabedor de que no las tenía todas consigo, fue el primero que empezó a enviar mensajes a Rajoy desde la misma noche electoral. Se acusó a Aguirre
de presentarse como la única ganadora porque sacó un comunicado en el que remarcaba que Madrid había mejorado el resultado de las autonómicas.
Se trataba de convencer a Rajoy, que se había retirado unos días a meditar y descansar del ajetreo de la campaña, de que él y no Camps era el candidato que necesitaba el partido. "Al fin y al cabo, el resultado no había sido tan malo. No se han ganado las elecciones, pero se ha cosechado el mayor número de votos de toda la historia, alrededor de diez millones y medio", reflexionaban los de Arriola.
Camps se dio cuenta enseguida de la jugada. Para confirmar sus sospechas tiró de teléfono. Llamó a Esperanza Aguirre para ver qué opinaba. La presidenta de la Comunidad de Madrid, con la que siempre ha mantenido una relación estupenda, confirmó los recelos de Camps, dándole incluso detalles de la conspiración. De esta manera, el líder valenciano se cayó ese día del guindo y también… de la lista de candidatos a la sucesión. Hizo bien, porque Rajoy regresó de su semana sabática convencido de que era el elegido, el único que podía conducir al PP a una victoria segura. Para asegurarse de que no iba a haber problemas, en las horas previas a la celebración de la Comisión Ejecutiva en la que pensaba anunciar su continuidad, llamó uno por uno a los barones del PP. La pregunta era obvia, si debía seguir o no. Pero la respuesta estaba condicionada, porque la cuestión fue planteada más o menos de esta guisa: "Mira, he pensado continuar unos años más y convocar un congreso por si hay candidaturas alternativas, ¿tú que opinas?" Obviamente, nadie se atrevió a decir que pensaba lo contrario que el presidente del partido.
Rajoy no sólo decidió seguir adelante, sino que esta vez se dispone a hacerlo a su manera, con su "propio equipo". Esta frase, pronunciada por el propio Rajoy para dar a entender que tanto Zaplana como Acebes eran dos hombres heredados de la era Aznar, cayó como un jarro de agua fría entre sus afines. Rajoy se volvió a ausentar otra larga temporada para pensar sus nombramientos. La semana pasada salieron a la luz los principales cargos en el Congreso.
Primeras sorpresas
La primera sorpresa fue descartar a Manuel Pizarro como portavoz del grupo parlamentario, como era, al parecer, el deseo de éste, en consonancia con el segundo puesto que ocupó en las listas electorales por Madrid. Hay quien asegura que Pizarro rechazó después la portavocía económica, que ha ido a parar al ex ministro Cristóbal Montoro, pero no está claro. Rajoy, por lo visto, le llegó a sugerir que era mejor que estuviera cuatro años de diputado raso para aprender a ser un buen político. Al frente de la portavocía del Congreso, el líder popular optó por Soraya Sáenz de Santamaría, una persona de su máxima confianza, pero que es toda una incógnita, ya que tiene sólo 36 años y jamás ha ocupado cargos de tal envergadura. Las malas lenguas dicen que Rajoy ha justificado en privado este nombramiento señalando que no hay que poner la vista en los comicios de 2012 sino en los de 2016.
Con la elección de Soraya se descartaba a Esteban González Pons, el candidato valenciano, como Camps se temía. Pero para compensarlo se decidió celebrar en Valencia el congreso de la renovación. Casi a la par, Rajoy eligió los redactores de la ponencia económica del Congreso (Fátima Báñez, GerardoCamps y Engracia Hidalgo) sin consultar tampoco a nadie.
Desactivada la candidatura de Camps, vuelven a quedar solos Aguirre y Gallardón. Rajoy invitó esta semana a Aguirre a al morzar en Zalacaín, un restaurante de lujo madrileño. La noticia se difundió como la pólvora ya que fueron vistos por varios de los comensales. El lugar elegido, un sitio público con luz y casi taquígrafos, es interpretado como un gesto de Rajoy a la galería para dar a entender que se han arreglado las cosas entre ellos, ya que el discurso fue vacío.
Aguirre, en espera de conocer el nuevo equipo de Rajoy, incluido el secretario general, mantiene las espadas en alto. "Si presento una alternativa, serás el primero en saberlo", se limitó a contestarle durante el almuerzo. En la Comunidad de Madrid niegan que vayan a plantar cara a su líder, pero es evidente que tampoco se van a quedar quietos ni callados.