Deporte y empresa, valores en tiempos difíciles
Ante las dificultades resulta de utilidad volver a la raíz y revisar nuestros valores societarios para, aplicándolos, vislumbrar posibles salidas a los problemas que nos acucian ¿Pueden los valores deportivos sernos de utilidad en este empeño y contribuir a remontar la crisis?
En una reciente conferencia de la montañera Josune Bereciartu sobre valores y escalada, se evidenciaba la aplicabilidad de los principios y espíritu de los deportes de alto riesgo al ámbito empresarial y personal. De ella se deriva que los valores rigen simultáneamente ambas vertientes de forma indistinta. No es posible separarlas al conformar una única unidad, como dos caras de la misma moneda. De ahí que, por extensión, determinar los principios empresariales o institucionales valiosos para salir de la crisis, equivalga a trabajar los valores de las personas, como elementos centrales de toda organización.
Habitualmente en el deporte, la situación de partida siempre es difícil: el deportista acomete retos muy exigentes, eleva al límite su capacidad física y mental y ello precisa de una clara motivación y afán de superación. El parangón en la empresa se halla en el nivel de competencia del mercado, que equivale al grado de dificultad y requiere mejoras en la competitividad, vía innovación, en la productividad de los factores y en la orientación a resultados, como elementos que garantizan la propia pervivencia empresarial.
En la experiencia de Josune, se precisa además salvar numerosas barreras relacionadas con el género, el ámbito institucional y con aspectos referidos a la mentalidad. Este último es el elemento crítico y lo asocia con el sacrificio, la constancia y la férrea disciplina para poder disfrutar del éxito de la cumbre hollada. En todo momento la escalada la preside un espíritu positivo y de superación al máximo nivel: ?¡Nunca digáis no puedo hacer esto o lo otro! La capacidad de sufrimiento del cuerpo humano es sorprendente en situaciones límite.? Quiero pensar que también lo es la empresarial, para no cejar en la búsqueda de soluciones en situaciones de máxima dificultad.
Asimismo, la fijación de objetivos para superar tales dificultades es otro elemento asimilable al deporte y a la empresa. Estos han de ser (SMART): específicos (cuanto más concretos sean mejor), medibles (conocer el avance sólo es posible con la medición), asumibles (exigentes pero abordables en función de las propias circunstancias), relevantes (importantes respecto a lo que se quiera conseguir), acotados en el tiempo y jalonados de objetivos parciales a modo de metas volantes.
Tras determinar los objetivos, tampoco puede faltar el espíritu de equipo. La escalada es un deporte colectivo y requiere al menos de dos personas que conforman el equipo. En una cordada uno más uno siempre suma más de dos. Quien va delante tiene como principal escollo el avanzar el siguiente metro: con la roca pegada a la cara, su visión es muy próxima, de corto plazo y su principal reto consiste en avanzar el siguiente metro. Quien le sigue sin embargo, observa la situación desde más lejos, con otra perspectiva y valora varias posibilidades para salvar los obstáculos que anticipa. El objetivo de ambas visiones es compartido: ¡llegar arriba!; su combinación es imprescindible para hacer cumbre. Uno solo no podría hacerlo. El éxito empresarial es difícilmente concebible sin una aproximación en equipo.
Finalmente, si en algún sitio es importante la comunicación y el ánimo, lo es en la montaña (y en la empresa); cuando uno tiene un mal día, o se viene abajo, el otro le alienta y trata de levantarle la moral, siempre en positivo y eso aporta fuerzas para seguir adelante. De ahí que el deporte y sus principios, sean modelo y fuente de inspiración para la gestión empresarial y puedan servirnos como guía para superar situaciones delicadas como la actual.
Iñaki Beristain
Economista
www.i-beristain.com