Opinión

¿Preferencia por el efectivo?

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    Fernando J. Santiago Ollero Presidente del Consejo General de Colegios de Gestores Administrativos de España

    El Barómetro de la gA de septiembre de 2021 indicaba que cerca del 20% de los pequeños y medianos negocios estaban planteándose, seriamente, "salirse del sistema". Se trata de una manera eufemística de hablar de economía sumergida.

    Los datos del fuerte crecimiento de los contratos fijos a tiempo parcial podrían ser un indicativo, más allá del aclamado triunfo de la Reforma Laboral, de una manera de ocultar horas trabajadas al Estado, con el fin de abaratar costes salariales, como las cotizaciones de la Seguridad Social.

    Escuchaba estos días en una televisión la noticia del elevado uso de dinero en metálico por parte de numerosos ciudadanos que justificaban que les resultaba "más fácil usar efectivo que tarjeta".

    Si analizamos las noticias y datos en lo que va de año, parece difícil sacar demasiadas conclusiones. Año récord de uso de la tarjeta, pero también crece el efectivo. Parece que es el aumento del consumo el que está tirando de ambas herramientas, ¿o no?

    Así como me he manifestado respecto al resultado de la Reforma Laboral, cuyos datos son buenos o malos según quien los mire, por lo que creo que debemos esperar unos meses, también sería interesante analizar este fenómeno del uso de efectivo cuando haya pasado un poco más de tiempo.

    Pero si vamos hilando nuestro barómetro con el incremento de contratos fijos a tiempo parcial y el uso de efectivo, es probable que estemos empezando a asistir al crecimiento de la economía sumergida, debido a los elevados costes "oficiales" que deben soportar unos negocios que aún no han alcanzado los niveles de ingresos prepandemia, sobreendeudados y carentes de liquidez.

    A muchos escandalizará lo que estoy diciendo, pero debemos reflexionar si estamos o no apoyando como debemos a nuestros pequeños negocios, aquellos que dan cobijo al 50% de la población trabajadora del sector privado.

    Los legisladores se han olvidado de ellas en las ayudas directas, cuando se les ha obligado a estar al día con seguridad social y hacienda, por ejemplo. O se les ha prohibido subirse los sueldos tras la posible concesión de ayudas, cuando durante la pandemia tuvieron que bajárselos o, incluso, quitárselos totalmente.

    Y se han olvidado de ellas en las ampliaciones de los ICO, los bancos no las quieren, en el impacto en sus cuentas de resultados de las subidas del SMI, y cuando se decidió no deflactar la tarifa del impuesto sobre la renta de las personas físicas. Se han olvidado cuando se está a punto de aprobar una ley que les va a exigir un nuevo esfuerzo para el que no están preparados: la factura electrónica.

    Y como éstos, podemos contar muchos más ejemplos. No estoy a favor de la economía sumergida, todo lo contrario.

    Todos debemos contribuir a aportar los recursos que nuestro país necesita. Nada tenemos que temer si les ayudamos y no nos olvidamos de ellos.

    Nada mejor que una economía transparente y unas empresas cumplidoras. Está en manos de todos conseguirlo.