El 'Brexit' encalla en Irlanda
Marcos Suárez Sipmann
La salida al callejón del Brexit es cada vez más incierta. El crédito de Theresa May entre los suyos empieza a agotarse. El tiempo se acaba y Londres se ve obligado a afrontar la realidad.
En la reunión de Bruselas esta semana se ha llegado a la conclusión de que la única forma de desbloquear las negociaciones es ampliando el periodo de transición. Quizá hasta 2021, un año más de lo establecido. Esta prolongación podría conllevar que Reino Unido tenga que abonar una cantidad económica en concepto del coste de disponer de más tiempo no presupuestado con anterioridad.
La premier subrayó el progreso en "varias áreas" y la buena voluntad de ambas partes pero el obstáculo principal sigue siendo la frontera en Irlanda. La Unión Europea no recibió nuevas propuestas sobre esta cuestión. Ante esa falta de progresos los líderes comunitarios descartaron convocar una cumbre extraordinaria en noviembre. En cualquier caso, declararon estar preparados para convocarla si el negociador jefe de la Unión, Michel Barnier, considera que hay un progreso decisivo.
Las diferencias giran en torno a los controles en la futura frontera entre la República de Irlanda e Irlanda del Norte, que se convertirá en frontera exterior de la UE. El plan provisional acordado en diciembre de 2017 se basaba en la promesa de Londres de que, "salvo que se encuentre otra solución", Irlanda del Norte mantendría una "total consonancia con las normas del mercado único de la UE y la unión aduanera".
Es el denominado backstop, compromiso temporal que asegura que Irlanda del Norte permanece en el régimen de aduanas de la UE en tanto no se firme un nuevo acuerdo comercial. Este puede tardar años en materializarse y, mientras, la UE pide garantías para que no se erija una frontera "dura".
Se opone a este backstop el Democratic Unionist Party (DUP), socio clave del Gobierno conservador británico. El DUP se niega a que esta región quede en condiciones distintas a las del resto de Reino Unido tras el Brexit. También representa un problema para los partidarios del Brexit duro que piden liberarse del "yugo" de la UE, cuyas regulaciones seguirían aplicándose mientras dure el periodo transitorio.
Muchos temen que el Brexit equivalga a un regreso a las trincheras entre los protestantes unionistas y los católicos
May planteó por ello crear un mercado común de bienes británico-comunitario con equivalencia regulatoria, propuesta que rechazan los Veintisiete. La UE no tiene la intención de aceptar nada que suponga levantar una frontera. Esa barrera volvería a poner en riesgo la paz firmada tras décadas de conflicto. El Acuerdo de Viernes Santo de 1998 contribuyó a la paz y estabilidad de la región.
Sin embargo, muchos temen que el Brexit equivalga a un regreso a las trincheras entre los protestantes unionistas y los católicos.
Ambas partes, el Gobierno británico y la UE, prefieren que haya acuerdo. Si lo hubiera, se produciría un período de transición de dos años, con derechos para los británicos en la UE y para los ciudadanos comunitarios en Reino Unido. Además de una factura de salida que se elevaría hasta los 39 mil millones de euros. Pese a querer alejar la idea de un Brexit sin acuerdo, con un impacto negativo en las economías de las partes, tanto Londres como Bruselas se preparan para este escenario. La situación política en Londres es incierta. La mayoría en el parlamento no está asegurada. La posición de May es de extrema debilidad y en cualquier momento puede ser víctima de su propio partido. Por el contrario, el arma más fuerte de los europeos es su unidad. La UE debe hacer pleno uso de su fuerza en el conflicto sobre la cuestión irlandesa. Y hay otra razón. Es fundamental dejar claro que la salida de un miembro implica dejar de disfrutar de los privilegios que comporta el ser parte del bloque. Si no lo hace estará estimulando conductas similares y más fracturas.
¿Se vislumbra algún tipo de tratado al final de este proceso de negociación? Sí, aunque tal posibilidad se muestra cada día más compleja. Y conociendo la gestión de crisis en la UE, será probablemente "en el último minuto" y apurando al máximo los plazos. En todo caso, cualquier pacto será menos beneficioso que el estatus de miembro de la Unión. Un activo que Reino Unido echó por la borda de modo irresponsable y electoralista. Promesas de los eurófobos de un futuro mejor fuera de la UE, acuerdos de libre comercio globales e independencia política se revelan más que dudosas.
Los británicos adquieren conciencia del paso en falso que ha supuesto su retirada de Europa y el retroceso que significa.