Opinión

Europa redobla su apuesta por las renovables: ¡Todo al verde!

    Foto: Dreamstime.

    David Ruiz de Andrés

    La sociedad avanza y la preocupación mundial por el medio ambiente crece a medida que también aumentan los avisos que el planeta nos lanza. El cambio climático es una realidad y la política medioambiental se ha convertido, salvo contadas excepciones, en un tema prioritario para los gobiernos de todo el mundo, que ya apuestan todo a una por un futuro más limpio y sostenible.

    Prueba de ello ha sido el reciente espaldarazo que ha recibido el sector de las energías renovables por parte de la Unión Europea y que se ha visto reflejado en fuertes alzas de los valores bursátiles ligados al sector. Para 2030, el 32% de toda la energía que se consuma deberá ser de origen renovable. Y aunque al final ese porcentaje, un punto intermedio entre la posición de partida de los gobiernos, que proponían un 27%, y la de la Eurocámara, que pedía un 35%, todavía es conservador; no hay que olvidar que se trata del pistoletazo de salida de la carrera de los 100 metros lisos hacia el más que necesario camino de la descarbonización de la economía europea.

    Más allá de todo esto, se abre además un sinfín de posibilidades para las empresas españolas y europeas que se encargan de la producción y el desarrollo de energías limpias. De hecho, ya existen cálculos de que esta apuesta generará riqueza en un sector que creará empleo y que traerá consigo ambiciosas inversiones en los próximos años. Una inversión adelantada que podría ser de, aproximadamente, 20.000 millones de euros de aquí a 2030 en el caso de España, según ha podido adelantar ya algún medio.

    Y por si fuera poco, este histórico acuerdo coincide con el cambio en el Gobierno español y con lo que parece ser, según apuntan los primeros indicios, una auténtica transformación en lo que a política energética se refiere. Sobre todo, después de la declaración de intenciones que supone el hecho de crear un Ministerio dedicado íntegramente a la transición energética y al medio ambiente. Además, la ministra que asumirá estas competencias, Teresa Ribera, sigue esta línea y ya se ha posicionado abiertamente a favor de las energías limpias. Por eso, entre sus promesas aparece el fin del impuesto al sol, la negativa a prorrogar el funcionamiento de las centrales nucleares y el cierre más o menos cercano de las centrales térmicas de carbón, principales emisoras de CO2.

    Por tanto, se presenta una coyuntura idónea para España, que tiene todo a su favor para convertirse de nuevo en un país líder en renovables, tras el momento álgido que vivieron estas fuentes de energía allá por los años 2007-2008 y que terminó amargándose por la brusca moratoria provocada por los cambios regulatorios y la crisis mundial.

    Porque, después de todo, nuestro país ya es consciente de que gracias a la riqueza de sus recursos, y al avance y maduración de la tecnología en estos años -que lleva asociado el abaratamiento de los costes-, hace tiempo que las energías limpias son competitivas por sí mismas, sin necesidad de tarifas o subvenciones que las soporten.

    Así, se da ahora la circunstancia de que son precisamente las renovables, y particularmente la fotovoltaica y la eólica, las formas de generación más competitivas que existen en cuanto a su coste, en un contexto donde todavía queda mucho por hacer, pues en 2017, las renovables suministraron solo el 32% de la electricidad al sistema; y de ese porcentaje el 56% correspondió a energía eólica y solo el 10% a solar fotovoltaica. Así, no cabe duda de que su cada vez más creciente implementación se traducirá a medio y largo plazo en una mayor competitividad para esta industria y en una más que probable bajada del recibo de la luz para los consumidores.

    España está por tanto más que preparada para convertirse en el motor europeo que propulse esa transición sostenible, que reducirá la dependencia de las importaciones de energía, y nos blindará frente a los conflictos geopolíticos que, a menudo, disparan los precios de la factura y hacen temblar nuestros bolsillos. En definitiva, nuestro país debe aprovechar ahora este viento de cola que seguro alentará e impulsará el ritmo de crecimiento de la economía.

    España puede, y debe, ser independiente, en cuanto a la producción de energía. El nuevo Gobierno y los señores y señoras de Europa ya han redoblado sus apuestas. Y está claro. ¡Todo al verde!