Dispuesto a perder amigos a cambio de alardear de fuerza
Rusia confía en una subida del PIB del 5%, pero el FMI la prevé solo de un 0'2%.
"Aislamiento", "consolidación" y "autonomía"" son distintos términos utilizados entre la élite económica y política de Moscú para decir la misma cosa. A la luz de las sanciones internacionales ocasionadas por su apoyo a los rebeldes del este de Ucrania y su anexión previa de Crimea, Rusia está preparándose para hacer fuerza hacia adentro. Ese proceso parece estar acelerándose. El 6 de agosto, el Kremlin respondió a la presión occidental anunciando que prohibirá o reducirá las importaciones agrícolas de países que impongan sanciones a Rusia. Las tensiones en el este de Ucrania están en aumento. Las fuerzas ucranianas han cerrado, en la práctica, el baluarte rebelde de Donetsk mediante una campaña de bombardeos a menudo indiscriminados. Si depende de Kiev, la insurgencia pro-Moscú perderá su potencia. Putin puede estar tentado de salvaguardar su credibilidad enviando tropas rusas con el pretexto de una operación "humanitaria". Según la OTAN, 20.000 soldados rusos se han amontonado en la frontera. Se dedican a ejercicios de fuego vivo en los que participan aviones de combate y bombarderos: la clase de maniobras que han presagiado invasiones en ocasiones anteriores.
Parece que la confrontación entre Rusia y Occidente va a continuar durante el mandato del presidente Vladimir Putin, y, quizás, más allá. Al incrementar su apoyo a los rebeldes tras la destrucción del vuelo MH17 el mes pasado, Putin ha demostrado que valora su propia interpretación del destino histórico de Rusia más que el bienestar económico de su país y que su reputación global. Está realizando la arriesgada apuesta de que desafiar a la estructura del orden pos-guerra-fría cosechará sus propias recompensas y compensará una caída en el nivel de vida. Es un error pensar en Putin como un "mercantil", dice un miembro de la Duma del partido pro-Kremlin Rusia Unida. Más bien, es una "figura histórica" decidida a situar a Rusia como un centro de poder autosuficiente.
Putin dijo a su consejo de seguridad el mes pasado que "afortunadamente Rusia no es miembro de ninguna alianza", lo que presentó como una "garantía de nuestra soberanía". El nuevo antagonismo entre Rusia y Occidente no será una batalla entre superpoderes; en primer lugar, la Rusia de hoy carece de una ideología con atractivo más allá de sus fronteras. En una entrevista con 'The Economist' el mes pasado, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, dijo que los desafíos que plantea Rusia son "regionales en la práctica". El Kremlin señala con orgullo que pretende sustituir los bienes y servicios occidentales por otros nacionales, por ejemplo en componentes de alta tecnología de la industria armamentística. La sustitución de importaciones podría funcionar si los manufactureros no estuvieran funcionando casi a máxima capacidad y con necesidad urgente de nueva inversión, de la que habrá más escasez de suministro a medida que se reduzca la financiación extranjera. Los 173.000 millones de dólares que tiene el país en fondos soberanos de inversión, acumulados a lo largo de años de beneficios inesperados de las ventas de petróleo, se reducirán para estabilizar el rublo y amortizar las deudas de los bancos y empresas estatales. "No acabará con nosotros, pero nos creará problemas", dice el miembro de la Duma de Rusia Unida.
Putin tendrá que apurar los recursos financieros del país si quiere cumplir las promesas de gasto social que hizo cuando retornó a la presidencia, en 2012. (En este momento Rusia prevé que su PIB crezca un 5% anual; el FMI predice actualmente que el crecimiento del PIB para este año será sólo del 0,2%.) Putin ya ha propuesto la introducción de un impuesto sobre las ventas del 3% para rellenar agujeros en los presupuestos regionales. El Gobierno también ha anunciado que absorberá las contribuciones a los fondos de pensiones privados en el presupuesto federal, provocando que un viceministro de desarrollo económico declarara que se "avergonzaba" de la jugada. Estos problemas aún no han a hecho daño a Putin. De hecho, es más popular que nunca y su aparato de propaganda está demostrando ser efectivo. Una encuesta publicada esta semana por el Centro Levada, un 'think-tank' de Moscú, arroja que el 74 por ciento de los rusos tienen una visión negativa de EEUU [América], la mayor cifra de la historia de la Rusia post-soviética. El enfrentamiento con Occidente en torno a Ucrania ha permitido una "potente descarga de frustración" acumulada durante años desde el colapso soviético, dice Lev Gudkov, director del Centro Levada. Y ahora que Putin sabe que las relaciones con Occidente están echadas a perder sí o sí, tal vez esté preparado para aumentar la presión una vez más.