Opinión

Unos Presupuestos para no fiarse

    Cristóbal Montoro


    Las cuentas de la Seguridad Social no son un cstillo en la arena, son una pura y simple fabulación

    E l Gobierno ha presentado su proyecto de Presupuestos Generales del Estado, a la vez que retrasa la petición de rescate en Europa, lo cual puede interpretarse de dos formas, y ninguna en positivo: que la decisión ya está tomada, pero que se posterga, como se retrasaron los Presupuestos de 2012, hasta las próximas elecciones autonómicas, anteponiendo el interés partidario al nacional; o la segunda, y todavía es más de temer, tiene que ver con las condiciones que Alemania, Finlandia, Países Bajos y la propia Comisión Europea han explicitado ya al Gobierno. Como he intentando señalar en otras ocasiones, estas condiciones no son nuevas, sino que son simplemente las que aceptamos a comienzos de año y no cumplimos. Por las mismas razones, tampoco podemos cumplirlas ahora.

    La Real Academia Española, cuando define el término confianza, señala en primer lugar que es la esperanza que se tiene en alguien o en algo, pero también a continuación puntualiza que puede entenderse como "presunción y vana opinión de sí mismo". Yo no sé cuantos españoles siguen esperando que el Gobierno les aporte la seguridad necesaria, pero una amplia mayoría, incluso probablemente un número importante de los que todavía esperan, considera ya vanas las opiniones del Ejecutivo.

    Si recuerdan los lectores, las cuentas de 2012 se transmitieron señalando que eran "austeras y realistas", para a continuación necesitar de varios decretos-ley que evitaran su descuadre profundo. Con el proyecto de 2013 se ha sido más precavido en los calificativos, probablemente porque el avance de la liquidación de los anteriores sirva para evaluar la corrección en las descripciones. Pero los problemas aumentan, y no da la impresión de que el año que viene sea posible someter a los ciudadanos a una nueva serie de choques fiscales para cuadrar las cuentas públicas.

    Como se ha convertido en unos pocos meses en el flanco más débil de la acción de gobierno, hablemos de los Presupuestos de Seguridad Social. Hay elementos claramente positivos: el incremento de las aportaciones a complementos a mínimo, a las prestaciones familiares, y el abono de cotizaciones pendientes de cuidadores familiares. No obstante, se contrarrestan con medidas que atenúan su impacto favorable. La disminución de las cotizaciones de los desempleados en más de dos mil millones, dejando sin la protección más elemental a un colectivo especialmente vulnerable; la supresión de la cotización a los cuidadores familiares; el negarse a hacer uso de las reservas de las mutuas para compartir al menos la retirada de efectivo del Fondo de Reserva, dan la impresión de que se da con la mano izquierda lo que se retira con la derecha. Y no deja de mover a la sonrisa al menos que las pensiones se estén pagando este año, y se paguen el que viene, con los ahorros y fondos generados durante la nefasta gestión del Gobierno anterior, que el actual Gobierno en su brillantez no tiene empacho ninguno en malbaratar.

    Pero el propio proyecto no es ya un castillo en la arena, sino una pura y simple fabulación. Cuando se prevé un 4 por ciento menos de empleo en 2013 que en 2011, el número de cotizantes se ha estimado básicamente (léase con detenimiento el tercer capítulo del Tomo V, Informe Económico y Financiero, de los Presupuestos) sobre los cotizantes de 2011 (600.000 más que los actuales), para cuadrar las cuentas. Se dice que las cotizaciones crecerán un 0,43 por ciento sobre las presupuestadas este año, pero como la ejecución real arroja ya en agosto una disminución cercana al 4 por ciento, deberán mantener en 2013 un incremento muy superior al PIB para que las cifras cuadren. Cómo un número menor de cotizantes, con bases más bajas, va a cotizar más, es un misterio teológico que al parecer va a resolverse gracias a los más altos recargos de las cotizaciones no ingresadas a tiempo (aumentamos los aplazamientos y los recargos, todo un ejemplo de gestión tributaria).

    Pero si los ingresos no son sólo inconsistentes, sino puro camuflaje, en los gastos, y al contrario de lo que sucedió desde 2004 a 2012, hemos decidido faltar también al rigor. El Gobierno ha presupuestado un crecimiento del gasto en pensiones del 4,1 por ciento sobre lo presupuestado este año, pero como en los ocho primeros meses del año arrastramos ya una desviación del 1,4 por ciento y la inflación supera la revalorización a cuenta el 2,5 por ciento, lo presupuestado para 2012, si al final se compensa a los pensionistas por el IPC el gasto previsto para 2013 será similar al efectivamente realizado en 2012. Y por favor, que no nos tomen por tontos, porque el problema no es financiero (este gasto se pagará con los Fondos ahorrados por el funesto Zapatero), sino de puro y simple déficit. O lo que es lo mismo, nuestra única opción es reconocer que mentimos en el Presupuesto o que mentimos en las promesas electorales. Toda una cuestión de confianza.