Opinión

Fabián Estapé: Por el ojo de una aguja



    Quizá pecando más de estulticia que de infantil ingenuidad, muchos españoles llegaron a pensar que tras tragarnos las doce uvas algo iba a cambiar. Y miren ustedes, cambiar, lo que se dice cambiar, sí ha cambiado, pero no en la dirección esperada. Por más ritos propiciatorios y supercherías que hayamos realizado, las fatales profecías lanzadas por más de uno entre los agoreros economistas que sin bola de cristal nos hemos asomado al porvenir de las finanzas patrias se han cumplido. El déficit ha resultado mucho mayor que el cacareado por el Gobierno saliente (aunque es algo que entra en las estrategias comunes en este tipo de avatares), y aunque se ha cargado sobre las espaldas de las comunidades autónomas, no resta gravedad al asunto; máxime cuando la estratégica solución pergeñada es "otra vuelta a la tuerca". Asunto peligroso, porque ya se sabe que, de tanto apretar, lo más normal es que se pase la rosca.

    Así, por fin las palabras recorte, ajustes o sus sinónimos han salido a relucir en los discursos públicos del equipo de Gobierno de Mariano Rajoy Brey, ya que el cabeza de serie, por cierto, aún se encuentra desaparecido en combate (suponemos que tomando fuerzas para encarar lo que se le viene encima). De este modo, se ha consumado el primer traspié político-económico del año 2012; un error (presumiblemente bienintencionado, orientado al ahorro del erario público para sacar hasta de debajo de las piedras la pingüe cantidad de 16.500 millones de euros), que va a traer como concomitante mayor asfixia, aún, del crecimiento. Ojo, no se pretende decir que el sacrificio será en balde, pero tampoco se quiere esconder que no tendrá efectos para atajar uno de los problemas principales de esta crisis en nuestro país: el paro y la atonía de las inversiones.

    De todos modos, de poco nos vale procurar salir del bache interno cuando unos nubarrones cada vez más negros se ciernen sobre el solar del resto de países de la Unión Europea. Los líderes vecinos (que sí se han arriesgado a dar la cara en los tradicionales discursos de fin de año) han anunciado a sus conciudadanos que el año 2012 va a ser "peliagudo". La señora Merkel, en tono grave y circunspecto pese a su sonrisa teutona acartonada, se ha atrevido incluso a reconocer frente a las cámaras de la televisión, que la sombra de la recesión también merodea por los campos de Alemania, y que los doce meses venideros serán aún peores para las finanzas que los que hemos dejado atrás. Literalmente, la canciller, haciendo una frase que más que a esperanzadora buena nueva seguro sonó a dicterio a los oyentes, dijo que: "El camino para superar la crisis será largo y no estará exento de reveses". Lo mismo hizo su homólogo Nicolas Sarkozy, extremadamente preocupado por conservar la "soberanía y controlar el destino" de Francia, quien, por si fuera poco, además se encuentra ante el reto de unas elecciones presidenciales en mayo.

    Hay que reconocer que algo ha cambiado. Al menos, desde el punto de vista del organigrama político, en la Unión Europea. Sin embargo, los cambios gubernamentales acaecidos en la periferia (Grecia, Italia y España) y el anuncio de reformas estructurales venidas de la mano de un nuevo Tratado con pretensiones de ser el aglomerante fiscal del que adolece la Unión, de momento no han sido suficientes para recuperar la credibilidad en una Europa fuerte. Y es que no es para menos cuando aún resulta patente que la necesaria cohesión dentro del club no existe y que el matrimonio Merkozy sigue manejando de forma absolutista el cotarro, aunque bien es verdad que con palmarios desencuentros. Son muchos los que piensan que si Sarkozy hace gala de su pericia diplomática, con los advenimientos de Monti y Rajoy podría llevar más agua a su molino y mellar la prepotencia alemana en el precario equilibrio existente en el intergubernamentalismo que ambos vienen practicando a costa de todos. Por ende, Reino Unido sigue en sus trece y amenaza con consumar la fractura con la Unión, lo cual significaría, indudablemente, la pérdida absoluta del estatus que ocupa la UE en el mundo.

    Así las cosas, parece que un nuevo pormenor está entrando en la partida y no es otro que el liderato de la Unión Europea. Parece que será más fácil "que un camello entre por el ojo de una aguja" que desde Berlín se siga en solitario al timón de Europa.

    Fabián Estapé, economista.