Opinión
¿Se puede salvar a Italia con el FMI?
La Rusia soviética no produjo gran cosa en bienes duraderos. Nadie conducía sus coches ni volaba en sus aviones si podía evitarlo. Pero lo que sí tenía era una buena veta de humor cínico y hastiado.
Entre las muchas bromas que circulaban por el país, había una que decía: "Cada filosofía es como buscar un gato negro en un cuarto oscuro. La filosofía marxista es como buscar un gato negro en un cuarto oscuro, pero el gato no está allí; la soviética es como buscar un gato negro en un cuarto oscuro. El gato no está, pero uno no deja de gritar: ¡Lo he encontrado, lo he encontrado!".
La búsqueda de una solución para la crisis de la zona euro está empezando a sonar muy parecido y pronto podría comenzar a desarrollar su propia marca de chistes sombríos. Cada semana, vemos otra gran búsqueda de un programa que suene inteligente para rescatar el proyecto. Cada semana, los funcionarios proclaman que lo han encontrado cuando, evidentemente, no lo han hecho.
Costes insostenibles
¿El último esfuerzo? Hacer que el FMI rescate a Italia. El coste de endeudamiento de Roma ya ha superado claramente la barrera del 7%. Hace unos días, en una subasta el país tuvo que pagar el 7,3% para colocar una pequeña emisión de bonos por valor de 567 millones con vencimiento en 2023. Un año antes, sólo había pagado el 2,9% por los títulos de una duración similar.
Si mis costes de endeudamiento se hubieran triplicado en un año, estaría arruinado. No hay motivo para creer que Italia, que cuenta con uno de los mayores coeficientes de deuda estatal/PIB del mundo desarrollado, pueda sobrevivir. De hecho, el país se está viendo expulsado de los mercados del crédito. Son malas noticias para cualquiera, tanto si se trata de un Gobierno como de una empresa o una persona física. Para una nación como Italia, con un gran presupuesto y un déficit comercial que financiar, resulta catastrófico.
Con todo, ahora se dice que el FMI llegará al rescate. Hace unos días, el Fondo anunció un nuevo invento de ingeniería financiera denominada Línea de Precaución y Liquidez. Sin duda, aquellos humoristas soviéticos se habrían mondado de risa con ese burocrático neologismo: mejor sería llamarla Línea de Ruina e Imprudencia.
Pero con independencia de cómo se llame, no va a funcionar. ¿Por qué? Porque coloca demasiada tensión financiera sobre el resto del mundo. Efectivamente, si el FMI sigue adelante con el plan, bien podría dejar de ser un custodio serio de la estabilidad financiera en el mundo.
No será suficiente
Técnicamente, el FMI podría llevarlo a cabo. En virtud de la Línea de Precaución y Liquidez, que permite a un país tomar dinero prestado a través del FMI en función de sus cuotas del Fondo, Italia podría recibir ni más ni menos que 333.000 millones de ayuda financiera durante un período de dos años. Roma tendrá que recibir préstamos por valor de 461.000 millones durante 2012 y 2013 -ligeramente más que el PIB de Suiza, motivo por el que todo el mundo se está poniendo tan nervioso-, de forma que el FMI cubriría el 72% de esa cifra.
Con la Facilidad Europea de Estabilidad Financiera, dando por hecho que se consiga explotar a los chilenos, a los nigerianos o a quien quiera que le estén pidiendo dinero esta semana, debería poderse cubrir el resto. Puede que la cosa funcione para un experto en finanzas empresariales que haga algunos garabatos en una hoja de cálculo. Pero en el mundo real no tiene la más mínima posibilidad.
Según los cálculos de la oficina londinense del banco de inversión Daiwa, esa suma de dinero consumiría el 64% de los recursos disponibles del FMI. Italia aporta sólo el 3,1% del dinero del Fondo. Así que, para dejar las cosas claras, un país que mete un 3% del dinero en la caja consigue sacar el 64%, aproximadamente 20 veces lo que metió. ¿Le parece justo? Desde luego que no.
Reparto desigual
Además, párese a pensar en algunos de los países que están haciendo las aportaciones. Muchos de ellos son significativamente más pobres que Italia. Según el Banco Mundial, la bota transalpina tiene un PIB per cápita ligeramente por debajo de 34.000 dólares.
China aporta el 6% de la financiación del FMI, pero tiene un PIB per cápita de 4.393 dólares. India y Rusia contribuyen cada una el 2,3%, pero tienen un PIB per cápita de 1.447 y 10.440 dólares, respectivamente. Indonesia no se acerca ni de lejos a la idea que se tiene de un país rico (su PIB per cápita es de 2.946 dólares), pero paga el 1%o de los fondos del FMI, con lo que estaría subvencionando a un país al menos diez veces más rico.
Es cierto, puede que algunos países se encuentren en mejor posición para permitírselo; por ejemplo, EEUU, que aporta el 17% del total de los fondos del FMI. Su PIB per cápita es de 47.184 dólares, con lo que es bastante más rico que Italia. ¿Pero de verdad quiere rebuscar en sus bolsillos para rescatar lo que, al fin y al cabo, es una nación pudiente, en un momento en el que tiene una ingente deuda propia que gestionar? No suena a la política que uno querría tener que defender como candidato a presidente para las elecciones generales del año que viene.
La verdad es que la compleja ingeniería financiera que conlleva el FMI es lo último que el sistema financiero mundial necesita este año. Que los pobres rescaten a los ricos es inmoral; al fin y al cabo, debería ser al revés. Y lo que es peor, es completamente insostenible. Los países más pobres retirarán rápidamente su dinero de la mesa, ¿y quién podría recriminárselo?
Y los países más ricos, igual. De los cinco máximos contribuyentes al FMI, EEUU y Gran Bretaña tendrán muchas dificultades para que sus cámaras legislativas lo aprueben. Probablemente tampoco pueda confiarse en Japón. Así que todo el dinero que se utilice para respaldar a Italia se verá constantemente en equilibrio, dependiente de reacios electores que pueden retirar su apoyo.
Si el FMI sigue adelante con este programa, la organización al completo podría derrumbarse entre una creciente oleada de protestas. Sería una tragedia. Si alguna vez el sistema financiero ha necesitado un organismo para promover la cooperación y la estabilidad, éste es ese momento.
El dilema de la zona euro sigue siendo el mismo de los últimos meses. O Alemania paga el rescate, o todo se rompe. Todo lo demás no es más que gritar que se ha encontrado un gato negro en un cuarto oscuro cuando, evidentemente, no está allí.
Mathew Lynn, director ejecutivo de Strategy Economics.