Opinión

Editorial: Vuelven las dudas sobre la UE...



    ¿Cuánto corre una estatua griega sin piernas pero con un flotador? Condenada en el mercado a unos intereses del 25 por ciento a 2 años, la financiación de Atenas es insostenible.

    Su banca y empresas están asfixiadas, y los tipos oficiales de la ayuda son demasiado elevados y deben ser rebajados. Encima, la escala de los recortes necesarios imposibilitan el crecimiento.

    Pese a todo, los políticos helenos marchan tan lento con las privatizaciones que ni siquiera han consensuado ya una lista de posibilidades, y la recogida de impuestos tampoco mejora. Grecia no va a crecer para abonar su deuda. La salida del euro supondría un experimento suicida, sobre todo porque el impago sería mucho mayor.

    De modo que sólo se atisban dos soluciones: una sería la transferencia de fondos entre Estados de la UE, pues la deuda respecto al PIB de la eurozona es baja. Pero eso ya se ha demostrado políticamente invendible, incluso envuelto en la forma de un eurobono. Así, la única solución imaginable es la reestructuración, porque echar más deuda a un problema de deuda no sirve. Se ha intentado comprar tiempo para que la banca se recapitalice... Pero no ha funcionado.

    Sólo el BCE asiste a las entidades y, ahora, un tercio de la deuda helena está en manos de los Estados y el BCE. O sea, ya se ha transferido una parte desde los acreedores a los contribuyentes. En este momento es esencial que la reestructuración se haga bien, negociada, alargando vencimientos y con exenciones fiscales para que se soporte mejor.

    De su buena ejecución dependerá hasta dónde llegan las sacudidas del terremoto. La banca, Lisboa y Dublín ya tiemblan...