Opinión

Fernando Fernández: Noticias de banca



    Ya parece claro que la incipiente recuperación ha abortado hasta en Estados Unidos. Las tensiones financieras han vuelto a pasar factura y los indicadores de economía real están saliendo peor de lo esperado. Coincidiendo con ello, dos funcionarios del FMI han publicado un documento de trabajo (WP/10/146) que da pistas interesantes.

    Dicen sus autores que el coste fiscal directo de los planes de rescate del sector financiero ha sido menor en esta crisis que en todas las anteriores, pero que el coste de las políticas adoptadas ha aumentado la carga de la deuda pública hasta límites que han venido a considerarse insoportables.

    Es una conclusión importante, porque reconoce que el origen de los problemas actuales está en las decisiones políticas adoptadas para gestionar la crisis y no en la propia crisis.

    Se decidió minimizar el impacto sobre los contribuyentes presentes a costa de los futuros. El problema es que se hizo con tanto descaro, en tanta magnitud, que acabó siendo evidente. El inversor no ha picado el anzuelo y se ha puesto nervioso antes de tiempo. Gran parte de las políticas coordinadas internacionalmente siguen consistiendo en traspasar la deuda a los Estados para que éstos a su vez se la cobren a nuestros hijos.

    Hubo un tiempo en que no era así, en que los manuales de gestión de crisis insistían en intervenir y liquidar a tiempo, en hacer efectivas y transparentes las pérdidas mediante la creación de bancos malos, fondos de reestructuración bancaria que se hacían cargo de los activos tóxicos, pero la entidad propietaria asumía plenamente la minusvalía en su balance.

    Cómo no va a haber un problema de confianza en el sistema financiero. Son las diez y media y no hay crisis, dijo Von Rompuy antes de presumir de los dos acuerdos alcanzados: la publicación individualizada de las pruebas de estrés de los bancos europeos y la creación de un impuesto extraordinario a los bancos. Los dos tienen truco. Los ejercicios sólo se harán públicos a finales de julio, lo que se entiende mal si ya están terminados.

    La restauración de la confianza no se puede dilatar, y la publicidad se limita a los 25 bancos considerados sistémicos a nivel europeo. Es un paso hacia adelante importante y sin duda provocará que alguno tenga que recapitalizarse, pero no nos sirve en España, porque las dudas sobre la solvencia no afectan a las tres grandes entidades que se verán retratadas, sino al conjunto de las que van a quedar en la oscuridad. ¿Sería mucho pedir que el Banco de España hiciera lo propio con los estudios de viabilidad que presuntamente soportan la racionalidad económica y financiera de los planes de fusión anunciados?

    El impuesto a la banca es una nueva versión de los impuestos Robin Hood tan de moda. Ya he escrito varias veces que en nada contribuirá a mejorar la solvencia del sistema, pero es que además sólo puede retrasar la recuperación.

    ¿Si los bancos tienen que recapitalizarse, aumentar las provisiones y pagar más impuestos, cuándo van a prestar? Subir tributos nunca fue una buena idea para apoyar a un sector, pero hacerlo a los bancos en estos momentos es un puro desvarío, aunque venda políticamente.

    Fíjense en la paradoja siguiente: el BCE les da liquidez ilimitada al 1 por ciento, los Tesoros les invitan a comprar papel público al 5 por ciento y luego los gobiernos les ponen un impuesto especial a los beneficios. ¿No sería más fácil dejar de subvencionarles, liquidar el exceso de capacidad instalada y cobrarles menos?

    Fernando Fernández, IE Business School.