Opinión
Los aranceles y el voto de la economía
Por si no fueran ya suficientes las nubes de tormenta que amenazan a la economía española, Donald Trump ha cumplido sus amenazas y el ejecutivo de EEUU ha decidido penalizar a las exportaciones europeas con la imposición de aranceles de castigo por lo que considera un "dopaje" de ayudas públicas a Airbus.
Un incremento tributario que en esta ocasión cuenta con el aval de la Organización Mundial de Comercio (OMC) y que por lo que respecta a España puede tener un impacto superior a 1.000 millones de euros en nuestra balanza comercial.
Nuestro país exporta anualmente a Estados Unidos productos agroalimentarios por un valor cercano a los 2.000 millones de euros, de los cuales frutas y hortalizas, aceite de oliva, vino y licores, quesos y derivados cárnicos son casi el 75 por ciento del total de las exportaciones agroalimentarias. Sólo el coste estimado para las ventas de aceite en el mercado estadounidense puede llegar a 400 millones de euros y otros 300 más para los vinos, en unos momentos en que los datos de la evolución del PIB en el segundo trimestre muestran que el sector exterior es casi el único componente que sigue aportando cierto dinamismo a nuestra economía.
Los partidos han vuelto a poner la economía entre sus prioridades de campaña
Unos datos estos que muestran como el crecimiento de la economía española fue de sólo el 0,4 por ciento, el peor dato en los últimos tres años, lo que sitúa el crecimiento interanual en el 2 por ciento, la tasa más baja desde 2014, con todos los indicadores de consumo y de inversión en línea descendente, especialmente esta última que ha entrado en tasas negativas del -1,4 por ciento, mientras que la agencia de calificación Fitch ha rebajado al 2,1 por ciento su previsión de crecimiento para España en este año.
Recordar aquí que la experiencia demuestra que la economía española es incapaz de crear empleo con crecimientos del PIB inferiores al 2 por ciento y que la creación de puestos de trabajo está creciendo ya únicamente al 2,5 por ciento, medio punto menos que hace un año. Como muestra ahí está el dato del 2 de septiembre, primer día laborable del mes, en el que la Seguridad Social registró 533.808 bajas, o lo que es lo mismo, 22.242 despidos cada hora. Una cifra es histórica, que supera en un 47 por ciento a la de la fecha equivalente del año pasado, con una caída de la afiliación de 363.017 personas que hasta ahora era la mayor pérdida en un solo día.
A esto se suma el impacto de la quiebra de Thomas Cook sobre el turismo, nuestra primera industria, que aporta el 11 por ciento del PIB y el 13 por ciento del empleo total. Una bancarrota que los empresarios de agencias de viaje y hosteleros equiparan en sus consecuencias a las que supuso la de Lehman Brothers para el sector financiero.
Cifras e indicadores que son los primeros avisos de la preocupante realidad que se avecina y que al menos están sirviendo para que los partidos políticos vuelvan a poner la economía entre sus prioridades de campaña y para que el Gobierno deje de hacer el zapaterismo en que había permanecido hasta la fecha y empiece a reconocer que vienen vacas flacas y a rebajar sus previsiones, aunque non troppo de momento, no sea que decir toda la verdad le estropee sus expectativas electorales.
"Es la economía, estúpido", que rezaba una de las frases emblemáticas de la campaña que llevó a Bill Clinton a la presidencia de EE UU en 1992. Y es que nuestros políticos adolescentes han empezado a darse cuenta de que la economía, o más bien el bolsillo de los electores, también vota.