El precio del petróleo sufre una caída vertiginosa desde los 87 dólares con los que cerró octubre hasta los 58,8 billetes verdes actuales. Tal depreciación reporta indudables ventajas a España. Los pronósticos sobre su PIB en 2019 ya eran positivos, bajo unas previsiones que situaban el barril por encima de 70 dólares. No en vano el Gobierno (junto al FMI, la OCDE y la UE) vaticinaba un crecimiento superior al 2 por ciento. Ahora, tras la debacle del crudo, es posible sumar a ese augurio hasta cinco décimas, gracias al impulso que el menor precio de los carburantes supone para el consumo y para la mejora de la balanza comercial. Cada vez más, se revela como muy improbable toda pronóstico de una fuerte desaceleración en 2019. Con todo, lo que ocurra a más largo plazo sigue siendo muy difícil de adivinar, especialmente si depende de un mercado tan volátil como el del crudo. De hecho, los expertos ya esperan que la OPEP y Rusia reaccionen en su cumbre de la semana próxima con una reducción del bombeo. Por ello, ven un potencial de encarecimiento para el barril de petróleo en el entorno del 30 por ciento. Además, debe considerarse el carácter coyuntural de las fuerzas que han provocado el abaratamiento del crudo. Más allá del hecho de que las nuevas sanciones a Irán son mucho más leves de lo previsto, influyó el miedo a una desaceleración del PIB global debida a amenazas como la guerra comercial entre EEUU y China. Está por verse cómo se desarrollará el debate sobre este conflicto en la recién iniciada cumbre del G-20. Pero, aunque no haya concreciones en ese encuentro, es posible un entendimiento posterior. El impulso del crudo para el PIB español puede quedarse, por tanto, en una ayuda puntual.