Por supuesto que en Gran Bretaña tenemos una realidad ejemplar. Basta consultar la colección de los artículos de Keynes en el Manchester Guardian para comprobarlo. No solo se comentaron ampliamente, sino que en nada originaron campañas en contra de este economista, quien criticó desde la política exterior hasta la económica de su país con dureza notable. Pero, desgraciadamente, no sucede lo mismo en todas partes. En la etapa española de la Restauración sí existió esa realidad. Ahora mismo se encuentra acumulando datos sobre ella, en relación con puntos de apoyo de esas polémicas, precisamente en Madrid, la economista Silvia Basch-witz, línea que no se perdió, y es preciso destacarlo, durante la Dictadura de Primo de Rivera. Fueron de esta etapa clave, por ejemplo, las colaboraciones en El Sol del profesor Olariaga. Siempre habrá que recordar, por ejemplo, sus críticas a determinados aspectos, tanto de la política económica del Gobierno como de la oposición, concretamente en relación con Cambó. Pero a partir de 1931, y la llegada de la II República, todo cambió, como se prueba en un caso particular que merece la pena exponer y que nada menos que se liga a la postura adoptada en 1935 por el nacionalsocialismo alemán y, concretamente, de Goebbels. Este es el caso, que merece la pena conocer, de Antonio Bermúdez Cañete, un economista bien preparado, católico ejemplar y que, además de escribir artículos en revistas científicas, es autor de la tesis doctoral Las teorías monetarias metalistas en Alemania. Desde El Debate no cesó de efectuar glosas periodísticas continuas a sucesos importantes en la vida económica. Gracias a una indagación que hice con Juan Plaza Prieto y con mi mujer, Alicia Valiente, en la Biblioteca Nacional, me encontré con aportaciones valiosas de Bermúdez Cañete en Revista de Occidente, Revista Nacional de Economía, Acción Española y Anuario de Historia del Derecho Español. Me amplió más este panorama su hija Lolita Bermúdez-Cañete, lógicamente empeñada en que no se perdiese ni un adame de la gloria que, en justicia, merece su padre. Pero, aparte de eso, ¿por qué contemplamos en él un ejemplo concreto de los riesgos que, en determinado momento histórico, corrió un economista serio y veraz como era Antonio Bermúdez-Cañete? Tras su licenciatura en Derecho le fue concedida una beca de la Junta para la Ampliación de Estudios, trabajó en Alemania con Strieder y desde ahí pasó a vincularse intelectualmente con Spann, al que siempre consideró su maestro fundamental. Tras su preparación en Alemania y Austria, se trasladó a Gran Bretaña para empaparse de las aportaciones de la Escuela de Cambridge. El economista que más pasó a admirar entonces era Keynes. Admiró siempre a este conjunto de grandes economistas. Tras regresar a España ,ingresó en el Cuerpo de Técnicos Comerciales del Estado. Era el inicio de la II República y en el Gobierno Azaña, de 16 de noviembre de 1931 a 12 de junio de 1933, el ministro de Agricultura, Industria y Comercio era Marcelino Domingo. En un periódico de provincias, Bermúdez-Cañete, en un artículo, criticó la política desastrosa de este ministro. Todos lo sabemos en la actualidad, al decidir, por ejemplo, importar trigo para que el pan fuese barato cuando se anunciaba una colosal cosecha en el pronóstico derivado de un inteligente muestreo estadístico en El Norte de Castilla. Marcelino Domingo reaccionó, y aprovechando el cheque en blanco derivado del fracaso del alzamiento de Sanjurjo el 10 de agosto de 1932, aunque Bermúdez-Cañete entonces había vuelto a Alemania y vivía ajeno a esta conjura, lo expulsó del Cuerpo de Técnicos Comerciales. Bermúdez-Cañete logró que El Debate le nombrase corresponsal en Alemania. Desde allí pasó a relatar el conflicto del Sarre, pero como católico. Allí se encontró con el auge creciente del nacionalsocialismo y llegó a una conclusión que, como nos acaba de señalar el profesor Thomas Baumert, generó en sus crónicas, por el auge del racismo, frases como ésta: "Con intensidad creciente, jefes y jefecillos del racismo están realizando una ofensiva cultural contra el cristianismo, contra los judíos y contra la prensa". Bermúdez-Cañete se había casado en Alemania con Vivan Augusta Orth, que se encontraba levemente enferma y, por todo ello, no le apetecía ser expulsado. Goebbels, entregando dinero para justificar la expulsión a un periodista español, cuyo nombre corresponde señalar a Baumert. Escribía en Informaciones entonces. Como resultado, la administración alemana, encabezada por Goebbels, lo arrojó de Alemania en 1935. Volvió a escribir en El Debate y en las elecciones de febrero de 1936 fue elegido diputado por la alianza de partidos de derecha, encabezada por la CEDA. A pesar de buscar refugio en el Congreso de los Diputados, el 18 de julio de 1936 fue detenido por una patrulla republicana, encerrado en la checa de Bellas Artes, y al sacarle para darle el paseo el día 21, fue asesinado a tiros en la calle. Era presidente del Gobierno José Giral. Debo añadir que la economía española le debe algo muy importante, que precisamente mucho valoramos en estos momentos: el percibir las ventajas que traería el turismo a España, y concretamente a Andalucía, en la que bautizó con el nombre de Costa del Sol en Málaga, a una región que señalaba que "tiene un futuro, sobre todo, como centro de turismo", dentro de su línea de exposición planteada en el Deutsche Illustrierte Bundesschau, número especial dedicado a España, en octubre de 1929. Ahora ha pasado a ser una cita indiscutible. En su tiempo, como homenaje de los Técnicos Comerciales del Estado, el citado alto cuerpo de la Administración al que había pertenecido Bermúdez-Cañete, Enrique Fuentes Quintana le dedicó un número especial de Información Comercial Española, pero antes, por sostener sin vacilar sus acertados puntos de vista como economista y como miembro del Congreso de los Diputados había sido castigado, de modo incluso sangriento. ¿Quiénes eran los responsables básicos de esos ataques? Conviene destacarlos como consecuencia de la búsqueda de una acertada memoria histórica: Marcelino Domingo, en un Gobierno de Azaña; Goebbels, en el instante del fuerte auge del nacionalsocialismo y Sebastián Pozas Perea, ministro de Gobernación en el Gobierno entonces presidido por Giral, en la zona republicana. He ahí el ejemplo magnífico de un economista serio, que aceptó arrostrar los riesgos de mantener, por encima de todo, lo que le exigía el sostener la verdad.