C uando alguien apunta a la luna, se pueden hacer dos cosas: dirigir la vista al satélite o bien directamente al dedo señalador. Y da la sensación de que en el partido socialista últimamente se está mirando mucho más al dedo: la reforma laboral se ha convertido prácticamente en el único punto que genera consenso entre las distintas facciones del PSOE. No sólo la critica reiteradamente el presidente de Asturias y de la Gestora socialista, Javier Fernández, sino que tanto el exsecretario general Pedro Sánchez, como la presidenta andaluza Susana Díaz, como el recién postulado candidato Patxi López y sus distintos correligionarios coinciden en la necesidad de derogar una reforma que, si bien precisa retoques, ha sido reconocida como una de las medidas estructurales que salvó a nuestra economía del colmillo del mercado. La insistencia monolítica del PSOE en esa idea choca con el diagnóstico y las advertencias de numerosos informes. Precisamente la pasada semana, una de las principales agencias calificadoras, S&P, advirtió que revertir la medida pasaría factura al crecimiento y al rating de nuestro país, lo que demanda, como mínimo, echar mano de prudencia a la hora de plantear un borrón y cuenta nueva en nuestro mercado de trabajo. Lo cierto es que mientras los socialistas mantienen esa sólida unidad en torno a la batalla laboral, tienen pendientes de resolver muchas otras cuestiones de entidad prioritaria -por envergadura y por urgencia política- que, al margen de la estabilidad de Ferraz y el definitivo peso socialista en la oposición, son básicamente dos. Una, el rearme del partido, aún liderado por una Gestora, y que hasta junio no se habrá consumado pese a que López haya disuelto el mannequin challenge de Sánchez y Díaz. Y dos, su definitiva postura respecto de los Presupuestos Generales del Estado que, en última instancia, puede llegar a decantar la duración de la Legislatura.