India, China y Rusia, tres de los países que más están haciendo para mantener vivo el fuego del crecimiento mundial, son los países más corruptos. Es el resultado de una encuesta realizada a 11.200 empresarios de 125 países. Decir que los países en desarrollo son los más corruptos es demasiado simple para explicar la realidad, porque el dinero que lo hace posible viene de los países más pudientes. Si se pregunta sólo a los empresarios africanos, las empresas francesas e italianas figuran entre las seis que más practican el soborno. Si se investiga un poco más, Daimler Chrysler es capaz de reconocer que ha hecho pagos indebidos en África, Asia y Europa Oriental. Lo mismo ocurre con Estados Unidos, donde los juicios por corrupción han aumentado significativamente este año respecto al anterior. En resumen, si se identifica quién concede el soborno, la conclusión es que hay tanta corrupción en el mundo desarrollado como en el que no lo está. La clave de todo es que los países más poderosos blindan sus mercados domésticos con potentes normas anticorrupción, mientras los que tienen economías que necesitan más financiación extranjera no pueden permitírselo. La corrupción no beneficia al comercio internacional, porque es una barrera como otra cualquiera para la libre circulación de productos y servicios. Por eso, es una práctica que debe ser sancionada y perseguida. Se necesita que todos los países apliquen la Convención contra el Soborno Internacional. Por ejemplo, cuatro líderes del comercio mundial como Canadá, Japón, Italia y Reino Unido no han hecho casi nada para aplicar esa norma. Además, las naciones de donde sale el dinero para la corrupción deben apoyar jurídica y financieramente a los países en desarrollo en la persecución del problema.