L a teoría económica es una ciencia social y por tanto no exacta. Resulta curioso observar como los libros y artículos que hablan o teorizan sobre el comportamiento de la economía y de los mercados tienden a simplificar la realidad para intentar ajustarla a sus fórmulas explicativas. El pasado mes de diciembre llama especialmente la atención en cuanto al comportamiento teórico de los mercados y el resultado real de los mismos. Esta cuestión es aplicable tanto para la economía real, la de la calle, como para la economía financiera, la de los mercados financieros. En la economía real, la teoría de la oferta y la demanda nos dice que el punto de equilibrio se alcanza cuando las líneas se cruzan. Por el lado de la oferta y de nuevo teóricamente, este análisis resulta más simple, puesto que la empresa trata de obtener beneficios intentando poner en el mercado sus mejores productos al mejor precio. Por la parte de la demanda, se supone que el consumidor rige su comportamiento según una función de utilidad en la que maximiza el rendimiento de su dinero y consumo. Está claro que esta teoría fue formulada antes de que se inventara el Black Friday y sobretodo que se popularizara de forma global. La contínua exposición de anuncios y ofertas hacen que la compra impulsiva e irracional cobre mayor fuerza de la que cabría esperar. Con esto no digo que los consumidores seamos tontos, como reza un famoso eslogan, pero sí que somos muy influenciables. Lo que hace que tengamos una función de utilidad de consumo diferente para cada ocasión. Por lo que respecta a la economía financiera, ocurre muchas veces lo mismo, hemos tenido un mes de diciembre de gran volatilidad en los mercados financieros. De hecho ha sido uno de los más volátiles de la historia. Todos los agentes económicos han estado más pendientes de las actuaciones del Banco Central Europeo y de la Reserva Federal que de la evolución de los negocios de las empresas en las que invierten o de la evolución real en el crecimiento de las distintas economías. Puede parecer que los mercados financieros son ajenos a las modas y menos influenciables por comportamientos impulsivos, aunque la realidad es que detrás de los mercados hay personas que son igualmente influenciables por las noticias que reciben. De igual forma que el Black Friday de la economía real, hemos esperado el movimiento de tipos de la Reserva Federal como si fuera un hecho crítico que por supuesto es relevante, pero que en realidad es una acción más dentro de las pautas de una evolución normal de una economía. El precio del dinero, es decir, el nivel de tipos de interés, es un input más dentro del mercado de crédito en el que una vez más la teoría simple no concuerda con la realidad real. Por una parte está la oferta de crédito, que después de años de locura en la gestión de riesgos se ha vuelto mucho más estricta en la concesión del mismo (cosa que no se debió perder nunca). Por otro lado está la demanda de crédito, en la que influyen varias cosas, como por ejemplo el precio, actualmente muy bajo, pero sobretodo las expectativas de los agentes en las que evalúan muchas cuestiones: si lo pueden pagar, para que lo van a emplear, si lo van a gastar o a invertir, si es para repagar otros créditos, si el vecino esta pidiendo crédito y le va bien, o si le va mal. Como conclusión de esto me gustaría resaltar que muchas veces el corto plazo no nos deja ver o nos despista a menudo de la intención de nuestras inversiones en el largo plazo. Cuando uno hace una inversión en los mercados financieros debe actuar con la mayor racionalidad que pueda, puesto que en el día a día existen multitud de llamadas al comportamiento irracional e impulsivo. Los Black Friday llaman a nuestra conciencia más social e imitadora de comportamientos de grupo. Debemos fijarnos en la meta que realmente perseguimos, ya sea maximizar el beneficio, evitar las perdidas o conseguir una rentabilidad dada pero con un riesgo limitado, y llegar a ella pese a las cuestas y curvas que nos encontremos en el camino.