E l libro tercero de la Política de Aristóteles está dedicado a la teoría de los gobiernos y a la soberanía de los Estados. En uno de sus capítulos acomete la discusión sobre la división de los gobiernos, que clasifica según tres modalidades: monarquía, en caso del gobierno de uno solo que busca el interés general; aristocracia, cuando una minoría se encarga de la gestión del poder político, con la característica de que quienes ejercen este modo de gobierno son "hombres de bien", pues el ejercicio del poder no tiene otro fin que el mayor bien del Estado y, por tanto, de los súbditos que allí habitan; y en tercer lugar, la república, que es ejercida por una mayoría que gobierna según el interés general. Sin embargo, Aristóteles considera que estas tres modalidades de gobierno pueden sufrir desviaciones, de manera que la monarquía puede devenir en tiranía, la aristocracia en oligarquía, y la república en demagogia. La tiranía sólo atenderá al interés del monarca que la ejerce, la oligarquía buscará sólo el interés de los poderosos, y la demagogia tratará de jugar con las necesidades de los más desfavorecidos, eso sí, convirtiéndose con gran facilidad en una suerte de oligarquía. Sorprende la modernidad de este enfoque escrito por el filósofo griego en el siglo IV antes de Cristo. No hace falta decir que, mirando hoy el contexto político, se perciben claramente formas desviadas de las tres tipologías anteriores, y singularmente, aparte de dictaduras de uno u otro signo, es bastante general encontrar muchas democracias que, ya sea de forma suave o violenta, están inmersas en nuevas formas de oligarquía o demagogia, siendo esta última la que parece que va imponiéndose en bastantes lugares. Cuando se hace abstracción del problema económico de Grecia, bien conocido por otra parte, se ve cómo hoy la democracia griega se ha convertido en demagogia. Una demagogia que, si los propios griegos no lo evitan, se convertirá indefectiblemente en oligarquía. Baste sino volver al resultado de las últimas elecciones griegas, donde el partido hoy en el Gobierno, Syriza, no alcanzó los escaños suficientes para gobernar, y para ello, tuvo que aliarse con el partido más a la derecha del espectro político para alcanzar el poder. Syriza había obtenido 149 escaños, y su hoy aliado, Anel, 13. La suma permitió a Syriza alcanzar la mayoría absoluta que en Grecia se sitúa en los 151 escaños. No es que la situación de Grecia hoy habría sido distinta de alcanzar Alexis Tsipras la mayoría absoluta sin ayudas de su antiguo adversario, sino que la actual cohabitación impone un estado de esquizofrenia política difícil de gestionar. Es bien conocido que Panos Kammenos, máximo responsable del partido de ultraderecha Anel, ha venido defendiendo en los últimos años el aumento del gasto público y el rechazo a respetar los acuerdos con los acreedores, ya fuera el FMI o la Unión Europea en su faceta de eurozona con el Banco Central Europeo a la cabeza. Kammenos es también un conocido político que defiende la expulsión de los emigrantes y que, incluso, en diciembre pasado llegó a asegurar que los judíos pagaban menos impuestos por el hecho de serlo, a la vez que defendía un mayor protagonismo de la Iglesia Ortodoxa griega en materia educativa. Una circunstancia que le ha valido a Tsipras su acercamiento a Putin dada la estrecha relación de los ortodoxos griegos y rusos. Por no hablar de la exigencia de Anel para que Grecia siga aumentando su capacidad militar, cuando su país está en quiebra y ese gasto es el segundo mayor en porcentaje de PIB de todos los países de la OTAN detrás de Estados Unidos, que se justifica en base a antiguas disputas con Turquía, cuando hoy los turcos poseen una capacidad militar que supera con mucho a la griega y se tiene el freno de la OTAN, donde se sientan ambos países. Por el otro lado, Syriza no deja de ser una coalición de antiguos comunistas con socialistas desencantados del Pasok, que arribaron allí para lograr lo que no alcanzaban en su partido, es decir, el poder. Una circunstancia que ha llevado al histórico partido político a una inusitada marginalidad. Esta alianza Syriza-Anel es la causa principal de los problemas que no sólo afectan al pueblo griego, sino que tienen a Europa pendiente de este caso desde el mes de enero. Una alianza política que no ha tenido otra opción que involucrar al pueblo griego en un referéndum, que no busca sino mantener a la oligarquía que hoy tiene los mandos políticos. Una solución bien conocida, cuando el pueblo sólo sirve para justificar la incapacidad de una clase política demagógica que pretende seguir en el poder a costa de sus ciudadanos. Lo que nos plantea el problema de pensar lo que podría pasar en España cuando uno de los máximos responsables del PSOE justifica un posible pacto con Podemos después de las elecciones, porque esta formación política "ha pasado de las musas al teatro". Cuando menos una profunda apreciación.