L a saga épica de la crisis de la deuda griega continúa, ante la expectativa de que el país vote a favor o en contra del último paquete de rescate, en el referendo previsto el domingo (que, según dejó claro ayer el primer ministro Alexis Tsipras, sigue en pie), y si el resultado desencadenará su salida del euro. Lo sabremos el lunes por la mañana. Lo que hay que tener claro es que, tarde o temprano, Grecia abandonará la moneda única. La paradoja que pasan por alto casi todos los comentaristas es que, cuando llegue el momento, a los griegos no les va a pasar nada (aunque los daños colaterales serán tremendos). ¿Las víctimas? Será un día aciago para el Fondo Monetario Internacional, la Unión Europea, la canciller alemana Ángela Merkel y las minas de oro. Podrían no recuperarse jamás del golpe que les propine el Grexit. La situación de Grecia ha sucumbido tanto en el caos que nadie sabe lo que ocurrirá después. Quizá siga en el euro dentro de una semana, o reinstaure el dracma o un euro paralelo. Cualquiera sabe. Incluso puede que adopte el dólar o el rublo como su moneda. En Atenas, Bruselas y Berlín, todos parecen dar palos de ciego y, si existe un plan, nadie lo encuentra. Puede pasar de todo. Aun así, si se produce el Grexit, que se perfila como la opción más probable ahora que han cerrado los bancos y el país ya ha entrado en impago, Grecia se recuperará bastante rápido. La grecuperación no tardará en llegar (y después se deberían prohibir los palabros que empiecen con gre porque grecansan). Casi todos los países que salen dando tumbos de una unión monetaria disfuncional se ponen en pie enseguida. Pongamos a Argentina. Terminada su vinculación al dólar en 2002, entre 2003 y 2007 tuvo un crecimiento promedio del 8,5 por ciento anual. Puede que Grecia no dé para tanto, pero con un coste salarial equivalente al de Europa del este, tras la devaluación y todas las infraestructuras resultantes de ser miembro de la UE durante treinta años, no va a tener problemas. En realidad, el dolor se sentirá en otra parte. La salida de Grecia del euro generará muchos daños colaterales. Veamos lo que se puede esperar. Primero, en la Unión Europea. El euro se engalanó con mucho argot de áreas monetarias óptimas pero lo cierto es que el propósito era acelerar un estado europeo único. No tiene nada de malo ese principio (a uno le gusta la idea o no) pero la ejecución del proyecto ha sido irrisoriamente inepta. Desde el principio, el euro no contó con una unión bancaria, sistema de transferencias, banco central o sistemas regulatorios que permitieran el funcionamiento de un sistema monetario continental. Fue una operación a cuerda floja. ¿Volvería a confiar en esa gente? La respuesta es, desde luego, no. La debacle griega es un desastre del que la UE podría no recuperarse nunca. Segundo, el Fondo Monetario Internacional. El FMI siempre ha recibido críticas, pero durante los setenta años que han pasado desde su creación en 1945 ha hecho mucho bien. Ha recurrido a amplias reservas de dinero para estabilizar países que se sumían en crisis y les ha ayudado a levantarse. Quizá haya sido excesivamente duro a veces pero ha acertado en muchas cosas. Con Grecia, sin embargo, se ha dejado secuestrar por sus jefes franceses en lo que ha sido, básicamente, un proyecto político. Si hay un solo economista en el mundo que crea que el rescate griego se ha gestionado bien, todavía no se ha dado a conocer. Las proyecciones se han incumplido sistemáticamente, la economía ha encogido una cuarta parte y el paro supera el 27 por ciento. Después de todo eso, si el país sale del euro, tanto dolor no habrá servido de nada. Y la credibilidad del FMI está por los suelos. En el futuro, los países serán mucho más reacios a pagar la suscripción y oír sus consejos. Se habrá perdido mucho en la próxima crisis, y el FMI es el único culpable. Tercero, Angela Merkel. Seguro que ha leído muchos perfiles brillantes que describen a Merkel como la ama política de Europa y la mujer más poderosa del mundo. Olvídese. Su gestión de la crisis griega ha sido una retahíla de errores. Desde el principio solo había dos opciones. O se rescataba como es debido a Grecia, condonando la deuda y reflotando su economía, o se la ayudaba a recuperar el dracma. En vez de eso, Merkel ha titubeado para mantener unida a su coalición y huido de las decisiones difíciles. En todo momento ha sido débil e indecisa. ¿Europa dominada por Alemania? Salvo que a los alemanes se les ocurra una forma mejor de dirigir el continente que esta, la mayoría dirá: no, gracias. Por último, los defensores del oro. El lunes, Grecia parecía encaminada a salir dando tumbos del euro. Podría ser la peor crisis geo-económica de una generación. ¿Y qué hizo el activo más seguro por antonomasia? El precio del oro subió un par de dólares, apenas una cantidad nimia, y volvió a caer el martes. Su rival electrónico, el bitcoin, había subido más. Si el oro no es capaz de responder a esta clase de crisis, ¿sigue siendo un refugio seguro? Como poco, hay que ponerlo en duda. El Grexit, si se produce, tendrá muchas ramificaciones pero el daño real no lo va a sufrir Grecia. Después de todo, el país pasará página y empezará de cero. El daño se sentirá en otra parte, y la UE y el FMI serán los más perjudicados.