E l Premier griego ha anunciado sus nuevas medidas: la primera subir el salario mínimo interprofesional (SMI) un 9 por ciento hasta 751 euros, por encima del español que está en 648,60. Es verdad que era una promesa electoral y cumplirla es responder a sus votantes. Sin embargo, desde el punto de vista económico es discutible. La teoría económica dice que si el SMI es superior al salario mínimo del mercado creará desempleo. Los empresarios sólo contratan cuando el salario del trabajador es rentable. Si por ley se establece un SMI superior al del mercado, dejan de contratar y se genera desempleo ¿Se puede decir que en las circunstancias griegas el salario de mercado es 751 o más? La sola comparación con España, con un nivel de vida superior, en donde hay salarios de un poco más de 700 euros con facilidad nos dice que sí; que el salario de mercado griego debe estar por debajo de esos 751 euros mensuales. Por tanto generará desempleo. ¿Dónde? En las capas de trabajadores con menos expectativas salariales. Es decir, en los jóvenes y en los poco formados. Justo en los que probablemente son sus votantes. Como siempre, en un país populista pagan siempre los mismos, los menos favorecidos. Pero la cosa no acaba ahí. A continuación, para evitar el desamparo total, el Gobierno heleno pondrá en marcha mecanismos para proteger esos desempleados. Por ejemplo darles subvenciones, vía electricidad gratis (también se ha anunciado), o bonos de subsistencia. De esa manera el desempleado queda enganchado a la beneficencia del Estado y, en próximas elecciones, volverá a votar a Syriza para no perder la subvención. El mecanismo está inventado hace tiempo. Envuelto en la capa de solidaridad estatal, es un proceso de fidelización electoral perverso. Lo más grave es que los que lo instauran muchas veces no son totalmente conscientes de las consecuencias del proceso que inician. Ya se sabe: el infierno está empedrado de buenas intenciones.