Crecen las trabas a la participación del pequeño accionista en las juntas de accionistas, casi al ritmo en que aumentan la espectacularidad de los eventos y el autobombo de los gestores. Lo dicen los datos: en más de 80 empresas de las 133 compañías cotizadas en las bolsas españolas es necesario tener un mínimo de títulos para poder asistir a la reunión más importante del año. Sólo cuatro empresas del Ibex 35 -Altadis, Santander, Inditex y Red Eléctrica- permiten entrar en la junta con una sola acción. Si se dificulta la simple entrada en la junta, pueden imaginarse los requisitos necesarios para poder hablar en ella o incluso sacar adelante una propuesta. En cualquier mercado desarrollado se fomenta la participación de los accionistas -que son los verdaderos dueños de las empresas-, al menos en la reunión cumbre de la compañía, que es la junta. La cantidad y la calidad de las relaciones con los inversores es uno de los factores que miran con lupa los grandes fondos e inversores al decidir dónde colocar su dinero. El motivo es claro: conocer la opinión y los intereses de los propietarios de la empresa es imprescindible para orientar la estrategia de la compañía, controlar la labor de los gestores y evitar que las rentas vayan a parar a quien no debe. El caldo de cultivo de las malas prácticas en España es, todo hay que decirlo, la todavía escasa cultura financiera y de participación en la vida de las compañías del ahorrador. Además, las asociaciones de accionistas son pocas, están mal financiadas y no tienen ni suficiente infraestructura ni el prestigio necesario como para poder ser interlocutores de las empresas. Mientras ésta sea la situación y los accionistas no tengan la participación que merecen en las empresas, seguirán proliferando los innecesarios códigos Conthe que a casi nadie convencen.