La apuesta por el banco malo ha tardado casi un año en concretarse por las dudas del Gobierno, que finalmente zanjaron Bruselas, el FMI y el BCE, al imponerlo como condición para rescatar a los bancos. ¿El cierre de la reforma financiera permitirá que fluya de nuevo el crédito? Desde el Ejecutivo confían en que así será, y ésta es una de las razones del optimismo que se intenta transmitir. No va a ser tan fácil. El sector financiero considera que no se empezará a normalizar la situación hasta por lo menos dentro de dos años. Si la recuperación del crédito sólo dependiera del saneamiento de la banca, tal vez pudiera ser así. Es más, la banca extranjera en España, sobrada de la liquidez que fluye en sus matrices, ya podría estar prestando a las empresas españolas. No lo hace porque es muy limitado el número de proyectos solventes. Un dato que ilustra esta situación: la concesión de nuevas operaciones de crédito cae entre un 23 y un 40 por ciento, según los sectores. La recuperación del crédito depende del crecimiento económico, de que disminuya la inseguridad regulatoria en la banca y de que se reduzca el endeudamiento. Según el BCE, sólo las pymes griegas tienen más dificultad que las españolas para acceder al crédito. Se calcula que se pueden tardar siete años en salir de la crisis, bien porque aumente el PIB o se reduzca el endeudamiento. Una buena señal puede ser que la banca diversifique sus fuentes de liquidez más allá del BCE y los depósitos. El rescate de España ayudaría a desatascar el tapón del crédito, porque aliviaría los costes de financiación y el endeudamiento y atraería inversores privados. Tendría un alto coste político, pero lo que está en juego es el interés general.