E l futuro energético será renovable o no habrá futuro. El tránsito hacia un nuevo modelo energético sostenible que minimice los efectos del cambio climático, aborde con determinación la reducción de emisiones de CO2 y garantice la supervivencia del planeta es una necesidad ineludible y urgente. Nadie dudaba de esta afirmación antes de estallar la formidable crisis financiera en la que estamos inmersos. Una crisis sin precedentes que está poniendo a prueba los cimientos de las estructuras económicas de la Unión Europea y que, en países como España, se está cebando de manera brutal con el empleo. En este contexto, hablar de sostenibilidad, de cambio climático… puede sonar ingenuo y extemporáneo. Y, aunque esta realidad sigue siendo tan urgente e importante como hace apenas cinco años, es la realidad de la crisis actual la que nos atenaza, la que impone el presente al futuro. Si Kioto generó por primera vez la expectativa de empezar a trabajar activamente por la reducción de las emisiones de efecto invernadero, la dureza de la crisis económica ha desinflado buena parte de esas expectativas y el pragmatismo de la urgencia parece haber desterrado la meta de la sostenibilidad al limbo de las utopías. Las prioridades del presente han cambiado, las del futuro no; y el futuro siempre se construye en el presente. Debemos compatibilizar presente y futuro, empleo y sostenibilidad, empleo y energía, empleo y eficiencia. Por ello, debemos trabajar por un nuevo modelo energético, que contribuya a la sostenibilidad medioambiental, que genere riqueza y empleo, y sea un apoyo real para salir de la crisis económica. Y la mejor forma de sumar, de contribuir a la recuperación económica y al empleo desde el sector de las energías renovables es impulsar la alternativa con mayores ventajas económicas, sociales, ambientales y la que más capacidad de generación de empleo tiene: la biomasa. Es hora de aprovechar una alternativa energética que ha madurado tecnológicamente y que está en condiciones de aportar soluciones sin perjudicar las maltrechas cuentas del sistema eléctrico español y su abultado déficit de tarifas, sino todo lo contrario, porque es la energía renovable que ofrece un balance económico positivo a la vista de los beneficios que genera para el país. Los datos y los hechos son contundentes y elocuentes. La biomasa supone apenas el 1,9 por ciento de las primas totales del sector, por lo que su repercusión en el déficit de tarifa, razón última de la moratoria, es prácticamente nula. Dichas primas, por otro lado, se ven holgadamente compensadas por las rentas de los empleos que genera la biomasa y la eliminación de prestaciones por desempleo, ya que es la energía renovable que más puestos de trabajo crea: cerca de 20 empleos, directos e inducidos, por MW instalado, el 90 por ciento en el ámbito rural y forestal. En este sentido, la biomasa forestal permitiría crear cerca de 15.000 empleos, de cumplirse el objetivo de 1.350 MW de energía de biomasa sólida establecido en el Plan de Energías Renovables 2011-2020 vinculante para el Reino de España. Y no me cabe duda de que, acabado este plan, la biomasa tendrá un peso creciente en la generación de electricidad en España y en el mundo. En una coyuntura como la actual, el aprovechamiento de la biomasa se convierte, asimismo, en una pieza clave para la economía del país, ya que el 85 por ciento de la inversión en el sector se realiza con proveedores nacionales, y el uso de todo su potencial permitiría, además de reducir la dependencia energética del exterior, mejorar la balanza comercial española, reduciendo en más de 1.300 millones de euros al año las importaciones de energía y derechos de emisiones de CO2. El desarrollo de todo el potencial de la biomasa forestal con la que cuenta nuestro país permitiría, por otro lado, reducir sensiblemente el número de incendios y los gastos asociados a los mismos en más de 100 millones de euros anuales, a través de una gestión forestal sostenible, centrada en la recogida y limpieza de los restos arbóreos que se acumulan en los montes. Son muchos los argumentos y los datos que nos animan a reivindicar el impulso al sector de la biomasa como una actividad capaz de contribuir a que España retome la senda del crecimiento económico y la creación de empleo. El futuro es renovable, pero el presente exige eficiencia. Eficiencia no sólo energética sino también social. Y no hay mayor eficiencia social en este momento que la generación de empleo. Es hora de retomar una de las apuestas más audaces que España puede hacer para su desarrollo presente y futuro. Y lo tenemos que hacer juntos, para aportar desde el empleo del presente a la sostenibilidad del futuro.