E l último dato de la economía China, el PMI publicado en Hong Kong que ha mostrado un retroceso hasta el nivel de 48,1, nos acerca más a la conclusión de que el aterrizaje que este país está sufriendo es más duro de lo que su Gobierno pretendía. Con la noticia han caído las materias primas: oro, cobre y hasta el petróleo se ha visto afectado por la menor demanda que China hará de este producto. Esto no es una sorpresa porque desde una perspectiva fun- damental, desde la pura oferta y demanda el precio está sobrevalorado, sólo la tensión entre Irán y EEUU e Israel llevaron al crudo a elevar su valor de manera desorbitada. Así que esperemos que imperen las variables económicas del mercado y el petróleo, y con él la gasolina, retroceda hasta niveles razonables. Yo así lo espero. Pero con este escenario de debilidad de la economía y a pesar de la evidente recuperación de Estados Unidos (datos de empleo y demanda doméstica pujantes, no tanto los inmobiliarios todavía), Europa se ve afectada muy negativamente por esta corriente de frío que viene del Este. Cuando la enfermedad es grave, cualquier contratiempo por pequeño o esperado que sea pone en peligro la recuperación del paciente. Y para nuestro pesar ahora, esta atención negativa de los inversores se centra en España. Informes de algunos analistas de prestigio hablan de una probable reducción de la calificación crediticia de nuestro país en breve, porque ante esta falta de crecimiento económico no va a poder cumplir las exigencias de reducción de déficit presupuestario y, con ello, dicen que el riesgo de impago se acentúa. Lo que sí es cierto es que lo que necesitamos como agua de mayo es crecimiento para crear empleo y que con las últimas medidas tomadas, tanto las nacionales de reforma del mercado de trabajo como las impuestas de reducción de gastos, el camino que se toma es el contrario, al menos en el corto plazo. Es por tanto entendible que aparezcan estos miedos. La reacción inmediata la hemos visto en la cotización del bono español a 10 años que ha repuntado en rentabilidad (caída en precio) hasta el 5,50 por ciento. Se desliga así del bono italiano, al que durante bastante tiempo habíamos batido por goleada y que ahora se muestra más estable. En las divisas esto se refleja en ventas de euros en general, pero especialmente contra yen y dólares. Es previsible que las cotizaciones de estos pares sigan cayendo. Me temo por lo dicho que volvemos a entrar en el callejón del miedo a la inversión, por lo que las bolsas sufrirán correcciones , los spreads entre bonos refugios y de riesgo se ampliarán y se comprará en dólares como moneda refugio. Tenemos que pensar además que en breve entramos en periodos electorales en Grecia y Francia lo que incrementará la incertidumbre y acentuará estos flujos anteriormente descritos. Sólo la mano poderosa del BCE y la liquidez desbordante aportada por él podrán frenar los flujos de desinversión guiados por el miedo y la desconfianza. Está claro que no es el momento de pensar en deshacer estas medidas como pedían algunos miembros del Bundesbank hace tanto sólo un par de semanas. Si no fuera por ello estaríamos hablando de cosas diferentes y quizás de divisas diferentes, aunque no desconocidas, entre ellas el dracma.