C ada vez está más cerca de hacerse realidad un impuesto europeo sobre transacciones financieras (ITF). Se observa una convergencia constante sobre numerosos aspectos de la propuesta de la Comisión y ya se cuenta con aportaciones constructivas para resolver los puntos más conflictivos. Paralelamente, se ha llegado a una enorme concienciación popular en torno al impuesto sobre transacciones financieras. Los ciudadanos entienden sus ventajas potenciales: una distribución más equitativa de la presión fiscal, una mayor estabilidad del sector financiero y un volumen considerable de ingresos. Sin embargo, y quizás no es sorprendente, cuanto más nos acercamos a la introducción de este impuesto, con más ardor defienden sus argumentos los detractores del mismo. Las propias cifras de la Comisión se han presentado o utilizado de forma indebida para crear escenarios catastrofistas con repercusiones sobre el crecimiento, el empleo y la competitividad. Es fácil alimentar temores infundados, pero ello no demuestra responsabilidad. Sin duda es esencial mantener un debate abierto y franco acerca del ITF. Sin embargo, este debate debe basarse en hechos y estar guiado por la razón, y reflejar las realidades de la propuesta que está sobre la mesa. Partiendo de estas consideraciones, ya es hora de desmentir algunos de los bulos que circulan en torno a nuestra propuesta de impuesto sobre transacciones financieras. En primer lugar, en lo que se refiere a sus repercusiones económicas, el ITF no afectará adversamente al crecimiento y la competitividad de la economía europea. Tampoco llevará a pérdidas de empleo. Todos los impuestos, cuando se consideran de forma individual, conllevan un coste económico. No obstante, el coste del ITF es pequeño y es legítimo en comparación con el enorme apoyo que el sector financiero ha recibido en los últimos años. Por otro lado, deben tenerse en cuenta los efectos positivos de la utilización de los ingresos que generará el ITF. Si los 57.000 millones de euros anuales que se prevé recaudar se emplean en el saneamiento de los presupuestos nacionales, reduciendo otros impuestos o invirtiendo en servicios públicos e infraestructuras, me atrevería a decir que el ITF podría ser positivo para el crecimiento y el empleo en Europa. En segundo lugar, podemos ignorar el argumento de que los ciudadanos ordinarios y las empresas acabarán soportando la mayor carga del impuesto. Para empezar, las actividades financieras diarias de los ciudadanos y las empresas no se incluyen en el ámbito de aplicación del impuesto. De las transacciones cubiertas, el 85 por ciento tienen lugar solamente entre entidades financieras. Si el sector financiero, que es el destinatario del impuesto, trasladase una parte de los costes a sus clientes, el resultado no sería desproporcionado. Cualquier ciudadano que se gaste, por ejemplo, 10.000 euros en acciones, puede seguramente permitirse pagar un impuesto de 10 euros por la transacción. Por último, aquellos que alegan que el ITF provocará un éxodo masivo de los mercados financieros de Europa, o bien no han leído la propuesta la Comisión, o no la han entendido. Ésta incluye importantes medidas específicas encaminadas precisamente a evitar que esto ocurra: el bajo tipo impositivo, la amplia base imponible y, fundamentalmente, el principio de residencia. Si los operadores financieros desean eludir el ITF, tendrán que prescindir de sus clientes europeos, lo que constituye una reacción poco probable frente a un impuesto tan pequeño. Los que se oponen al ITF también deberían considerar cuáles son las posibles alternativas. Muchos Estados miembros están alcanzando el límite al que razonablemente pueden llegar en la imposición de más medidas de austeridad. ¿Sería este pequeño impuesto sobre el sector financiero realmente peor para el crecimiento y la competitividad que nuevas subidas de los impuestos sobre la renta o mayores recortes del gasto público? Mientras los ciudadanos ordinarios afrontan impuestos más altos sobre sus salarios, sobre la alimentación y sobre el combustible, y recortes en los servicios públicos básicos, ¿es ilógico esperar que el sector financiero aporte su contribución? El ITF ofrece una oportunidad de obtener un importante volumen de nuevos ingresos y es una forma de reequilibrar la presión fiscal, haciendo que los que se puedan permitir pagar, lo hagan.